Puede parecer una verdad obvia, pero para saber estar primero hay que estar. Y la presencia, la manera que tenemos los seres humanos de situarnos frente a los demás, es una de las cualidades más frecuentemente ignoradas y sin embargo más interesantes de observar y desarrollar. Hay personas que siempre se nota que están, y en el otro extremo están quienes nadie nota que faltan. Por otro lado, no solo se trata de estar presentes, sino de que los demás nos perciban como queremos que nos perciban. Ninguna de ambas habilidades resulta fácil.
Dice Amy Cuddy que cuando conocemos a una persona los dos criterios con los que nos evalúa son la calidez y la competencia. La primera responde a la pregunta “¿confío en esta persona? y la segunda a esta otra: ¿respeto a esta persona? Ambas son las claves que conducen a una manera de estar con los otros que significa a la vez estar presentes y ser acogidos y aceptados.
Las personas que son competentes pero son frías generalmente despiertan rechazo, celos o envidia. Quienes, al revés, son cálidos pero incompetentes pueden provocar simpatía o compasión, pero no serán fácilmente respetados en el mundo profesional. No ser ni cercano ni competente es evidentemente la peor situación de las cuatro, mientras que ser cálido y eficiente es claramente la mejor opción.
Sin embargo, todo comienza en un acto de conciencia. En darse cuenta de que la presencia es importante, en reflexionar sobre cuál es la imagen que proyectamos a los demás y, por encima de eso, en construir la que deberíamos estar mostrando.