En un equipo de trabajo se cometen errores, es un hecho. Y una de las características que define a los equipos excelentes es que sus miembros no tienen miedo a mostrar los suyos. La otra cualidad importante que tiene que ver con los errores es que, en los equipos excelentes, no se personalizan. Se asume que son consecuencia de la complejidad del entorno, de los imprevistos o, simplemente, de procesos o sistemas aún no ajustados del todo.
Hay dos formas básicas de ver un error en la empresa. El primero es considerar que quien lo ha cometido es un mal profesional y debe ser castigado por ello. Es culpable por haber fallado cuando debía haber acertado y, como eso perjudica a la empresa, esa persona merece un castigo. Esta es la estrategia para quien la política es lo más importante en la empresa, y busca constantemente enemigos que derrotar para hacerse con el poder. La otra es pensar que los errores son humanos, que ocurren de forma natural, y que lo que hay que hacer es no personalizar sobre quien los ha cometido, sino más bien ponerse a pensar en cómo se puede hacer para evitarlos. Esta es la estrategia de los equipos excelentes, cuyos miembros no tienen miedo a intentar nuevas cosas porque no tienen miedo a equivocarse.
En un equipo donde reina la búsqueda del error, la personalización de los fallos y la búsqueda de culpables es francamente difícil trabajar, porque todo el mundo se protege y nadie intenta nada nuevo ni que se salga mínimamente de su zona de confort. En esos equipos, además, es imposible innovar.
Nada ocurrirá si no aceptamos que el error es parte de la vida.