Una de las cualidades que debería estudiarse más en los equipos es la aceptación de la vulnerabilidad por parte de sus miembros. Todos los profesionales, tarde o temprano, cometemos errores, porque los seres humanos somos criaturas esencialmente falibles. Y una de las características que distingue a los equipos excelentes es que sus miembros no tienen miedo a mostrar su vulnerabilidad, porque saben que no van a ser penalizados.
Como ya nos mostró Lencioni hace tiempo, una de las características de los equipos disfuncionales es que sus miembros ocultan constantemente sus debilidades y fallos. Y, en muchas ocasiones, no intervienen para no desvelar sus posibles flaquezas o cometer errores. Lo hacen porque saben que los demás utilizarán esa información en su contra, dada la constante lucha por el poder que suele haber en ese tipo de equipos. Al no haber un clima de libre opinión, pues cada uno de sus miembros se auto-protege, las decisiones no son de todos, y por tanto el compromiso de cada uno de los miembros con el objetivo común brilla por su ausencia.
Por el contrario, en los equipos excelentes no existe el miedo a equivocarse, a mostrar debilidad o a depender de los otros. Todos y cada uno de sus miembros se saben falibles y conocen a la perfección la idea de que al final será la suma de las fortalezas de todos la que lleve al equipo al éxito. Por tanto, para ellos no tiene sentido ocultar flaquezas que son tan obvias como humanas. Por ese mismo motivo, en los equipos excelentes el liderazgo puede ser rotativo, pues todos saben cuál es el miembro que, en un momento dado, tiene la capacidad de guiar al grupo mientras los demás se dejan depender de él.
En los equipos excelentes se puede ser vulnerable.