Banca y finanzas

Goirigolzarri: "Me voy con los objetivos de la fusión cumplidos"

  • Aceptó reflotar Bankia por vocación de servicio con un sueldo ínfimo para el sector
     
  • Gestionó la unión del Bilbao al Vizcaya, la de BBVA y la fusión Bankia-CaixaBank
     
El presidente de CaixaBank, José Ignacio Goirigolzarri.

Eva Contreras

"Me voy con los objetivos de la fusión cumplidos". José Ignacio Goirigolzarri, más conocido como "Goiri", dejaba hoy por sorpresa la presidencia del mayor banco del país y confiaba con esas palabras la decisión a sus más allegados. Nacido en Bilbao y con un track record difícil de replicar, el banquero cumplió 71 años el pasado 4 de febrero (nació en 1954) y lleva más de media vida vinculado a un sector, el financiero, en el que le ha tocado vivir y gestionar tres fusiones legendarias: estuvo en la alta dirección del BBV fundado con la unión del BV y el Vizcaya, fue el número dos en la posterior BBVA (anexionó la A de Argentaria) y en 2020 enlazó la integración en CaixaBank de Bankia, tras haber asumido ocho años atrás la misión de reflotar el banco nacionalizado cuando su vida ya discurría fuera de la industria tras una árida salida del BBVA, que ayudó a forjar.

Respetado por todos en el sector, con un carácter amable, conciliador y de escucha con su equipo, el ejecutivo vasco pasó a presidir CaixaBank en 2020 a raíz de la fusión con Bankia que lideraba por entonces. En su primera intervención pública defendió la operación como la "mejor alternativa" para recuperar las ayudas públicas de 24.069 millones aportadas en su día por el Gobierno al grupo Bankia.

"Con esta integración los contribuyentes estamos mejor que antes", expuso, ante la oportunidad de crear un "banco con una mayor robustez y rentabilidad sostenible en el futuro" cuando la crisis ocasionada por la pandemia y los tipos de interés al 0% acorralaban al sector. Por entonces se gestó la fusión, igualmente defensiva, de Liberbank con Unicaja y tuvo lugar la fallida negociación de BBVA y Sabadell.

Goirigolzarri pasó de gestionar un banco con 218.455 millones de euros en activos, 8 millones de clientes y 15.947 empleados, a presidir un grupo con 664.027 millones en activos, 23,4 millones de clientes en España y Portugal y una plantilla de 51.536 trabajadores. Decidió seguir al frente del proyecto junto a Gonzalo Gortázar, CEO del banco, para ayudar en el ensamblaje de ambas entidades, aunque sus funciones quedaban limitadas y del equipo decidieron salir algunos de sus más estrechos colaboradores como José Sevilla, hoy presidente de Unicaja y entonces "número dos" en Bankia. Aunque ha ejercicio una presidencia ejecutiva, de él dependían los departamentos de Comunicación, Secretaría y Auditoría Interna. La limitación de funciones se fijó ante la obsesión del BCE de eliminar las presidencias ejecutivas para evitar una acumulación de poder en un ejecutivo.

Apasionado del Athletic de Bilbao, su carrera está vinculada con la banca desde sus inicios. Estudió Económicas y Empresariales en la Universidad de Deusto, y en 1978 empezó a trabajar en el Banco Bilbao, donde fue escalando responsabilidades hasta que en 1992 se convierte en su director general. Por entonces, el banco ya se había fusionado con el Vizcaya (en 1988).

En 2000 tiene lugar la integración de esta entidad (BBV) con Argentaria presidida por Francisco González y que acabó conformando el actual BBVA. Goirigolzarri estuvo al frente de la gran expansión e internacionalización del grupo por Latinoamérica y Estados Unidos, con la exitosa compra del mexicano Bancomer que varias décadas después construye la mitad de la cuenta en BBVA. González le pone al mando de la gestión del negocio del grupo como consejero delegado en 2001, pero en 2009 el banquero vasco se retira de BBVA por las discrepancias permanentes entre ambos. Antes había visto salir de la entidad a otros exBBV, incluyendo Emilio Ybarra, quien fuera copresidente con González en la fusión, a raíz de estallar el escándalo de los fondos de Jersey.

El banquero salió con una indemnización de 69 millones y el deseo de parar su más que longeva y fructífera carrera profesional. Pero estalla la crisis, el país encadena una doble recesión y las dudas sobre la salud de la banca penalizan doblemente. Buena parte de la atención estaba puesta en Bankia, y la incapacidad de que atendiese las crecientes cargas regulatorias de provisiones, impuestas en sucesivos decretos por el Ministerio de Economía para dispejar cualquier duda sobre la vulnerabilidad de la banca.

El Ejecutivo de Mariano Rajoy le llama en 2012 para que tome el relevo al frente del banco de Rodrigo Rato, exvicepresidente económico de un Gobierno también del PP, y le pide resolver el mayor problema del país. Goirigolzarri aceptó el desafío por el sentido de servicio público, con una entidad que acabó nacionalizada con una inyección de 24.069 millones. Se topó con una clientela enfadada, que había visto volatilizarse su inversión al acudir a la salida a bolsa del banco o adquirir sus preferentes.

Se encontró también con una plantilla abatida, cuando parte de la solución era, precisamente, acometer el mayor ERE vivido en la banca española. Y, en clave más personal, el Gobierno le fijó un salario de apenas 500.000 euros por tener el banco ayudas públicas, cuando cualquier ejecutivo homólogo cobra millones en entidades similares en España y fuera del país.

En 2020, cuando la crisis del Covid urge de nuevo las fusiones y el Gobierno ve en la unión a CaixaBank la mejor manera de proteger las ayudas públicas, Bankia había dado la vuelta a la difícil situación, anticipándose, incluso, a los objetivos estratégicos que se había marcado. Ahora da un paso al lado con CaixaBank en beneficios récord y la promesa de un macrodividendo de 12.000 millones. Deja paso, cansado según sus allegados tras una intensa trayectoria, cuando enfila su nuevo plan estratégico en el escenario de tipos a la baja.