Que un Gobierno se lance a rescatar empresas al borde de la quiebra genera inevitablemente agravios comparativos. Es lo que está pasando en EEUU (aunque no sólo allí, aquí las eléctricas, las pymes o los agricultores ya han pedido que se las ayude como a los bancos): los presidentes de los Tres Grandes del automóvil (Ford, General Motors y Chrysler) tuvieron que sufrir dos días de infierno en el Congreso para pedir un préstamo de 25.000 millones, pero no consiguieron nada.
Les dijeron que volvieran a casa y elaborasen un plan de negocio viable para demostrar que no van a volver a pedir dinero dentro de un año (por si fuera poco, el equipo de fútbol americano de los Detroit Lions todavía no ha ganado ni un partido). Mientras tanto, Citi (C.NY), que hace sólo un mes recibía 25.000 millones él solito, no tenía ningún problema para conseguir otros 20.000 millones este domingo. Su presidente, Vikram Pandit, ni siquiera tuvo que volar hasta Washington para conseguirlo (y sí, los dos equipos de fútbol de Nueva York, los Jets y los Giants, están arrasando este año).
¿Cómo se explica esta aparente injusticia? Los analistas consideran que salvar un banco como Citi tiene que tener preferencia respecto a la industria de automóvil. Pese a que el colapso de uno o más de los Tres Grandes tendría enormes implicaciones en la tasa de paro, evitar la quiebra de Citi es imprescindible para prevenir un shock todavía peor para el frágil sistema financiero. "Es drásticamente distinto: básicamente, lo que el Gobierno tenía que hacer era no permitir la caída de Citi bajo ninguna circunstancia. No puedes tener un mundo financiero sin los grandes bancos", explica Daniel Alpert, directivo de Westwood Capital.
David Resler, economista jefe de Nomura, añade que la quiebra puede ser una opción para los Tres Grandes, mientras que para un banco significaría la liquidación, como ocurrió con Lehman Brothers en septiembre. Y eso es algo que el Gobierno no va a volver a permitir. En especial en el caso de Citi, una entidad enorme con implicaciones en toda la economía. Se trata de salvar el sistema, no a una firma; pero esta firma es necesaria para que sobreviva el sistema, opina.
Muchos pensarán que la quiebra de un fabricante de coches también puede significar su desaparición. Pero, aun así, el Gobierno puede tolerarlo simplemente porque los Tres Grandes merecen caer después de décadas de errores. "Detroit no ha hecho nada en los últimos 20 años para ganar el apoyo de Washington o del público", según Bob Andres, gestor de la firma Envestnet. "Tiene que haber un final. El Gobierno no puede nacionalizar todas las empresas del país. Tiene que trazar una línea y, desgraciadamente, Detroit puede quedar fuera".
En Bolságora planteábamos esta cuestión hace dos semanas, alertando de que rescatar a los fabricantes de coches abría la puerta a que cualquier empresa en dificultades se sintiera legitimada para pedir ayuda al Gobierno; de que suponía entrar en una espiral sin fin. Había que parar en algún momento, decíamos, a pesar de las evidentes cuestiones morales que plantea por qué se puede ayudar al sector financiero y no a los industriales. Y parece que el Gobierno ha decidido trazar la línea antes de ayudar a los Tres Grandes para evitar dar esperanzas a otras industrias.
Por supuesto, no se puede decir que Citi o el resto de la banca no hayan cometido errores; si así fuera, no se verían hoy como se ven. Y ayer muchos analistas criticaban al Gobierno al considerar que bastaba con la garantía de futuras pérdidas (el paquete de 306.000 millones en avales) y que no había necesidad de darle más dinero.
"Por muy extraño que parezca, es más fácil políticamente negar el dinero a Detroit que a Wall Street. Los Tres Grandes han sido señalados como el ejemplo de mala gestión y obligados a pasar por el aro para conseguir el dinero, mientras que los bancos no tienen que hacer mucho más que quejarse de los inversores que se ponen cortos en su valor para conseguir más dinero", sentencia Paul R. La Monica, autor del blog The Buzz en CNN Money.
"Washington es ahora mismo el Mago de Oz. Todo el mundo va hacia allí para pedir un corazón, un cerebro o un montón de dinero. Lo que el Congreso ha dicho a los Tres Grandes es que se vuelvan y le traigan la escoba de la Malvada Bruja del Oeste", explica gráficamente Alpert.