El presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke, compareció ayer ante el Comité Económico Conjunto de EEUU y soltó el fantasma de la estanflación al hablar de enormes riesgos para la actividad acompañados de crecientes presiones inflacionistas. Aunque dio mucha más importancia a los riesgos del crecimiento que a los precios. Por su parte, el BCE matuvo los tipos en el 4% pero acentuó su preocupación sobre la inflación.
Sin embargo, una lectura más detallada nos muestra una realidad bastante diferente. Aunque es cierto que Bernanke aludió a los dos tipos de riesgo, lo cierto es que dio mucho más peso a los referidos al crecimiento que a los inflacionistas. Así, aseguró que la Fed espera que la economía se desacelere marcadamente en el cuarto trimestre y que continúe estancada en los primeros seis meses de 2008. Y en su comentario, no hizo más que enumerar riesgos que pueden hacer que ese escenario empeore más todavía: la crisis crediticia, el desplome inmobiliario y la subida del petróleo.
Esta subida fue uno de los factores inflacionistas citados, junto con el dólar, un factor que Bernanke reconoció que debe tener en cuenta al fijar la política monetaria por las presiones inflacionistas que supone su caída.
Este discurso pilló totalmente a contrapié al mercado, que esperaba todo lo contrario tras el comunicado de la reunión de la Fed de la semana pasada: la confirmación de que no hace falta bajar más los tipos después del recorte de 0,75 puntos entre septiembre y octubre, porque la crisis de crédito ya se está solucionando. En vez de eso, obtuvo un escenario de crecimiento del PIB del orden del 1%-1,5%, y con peligro de que sea aún menor.
Como en los chistes, esto nos deja una noticia buena y otra mala. La positiva es que reabre la puerta a las bajadas de tipos, que parecía cerrada tras el citado comunicado. De hecho, las probabilidades de una nueva bajada en diciembre crecieron tras el discurso hasta el 78% en el mercado de futuros sobre los Fed Funds. La negativa fue que el mercado tiene que volver a trabajar con un escenario que había desechado hace tiempo: ya saben, la palabra que empieza por 'R'... la recesión.
Detrás de este radical cambio de discurso, algunos analistas señalaban anoche el empeoramiento de la crisis de crédito desde la reunión de la Fed del miércoles de la semana pasada. Las fuertes pérdidas anunciadas por los gigantes bancarios de EEUU han vuelto a ampliar los diferenciales de los bonos corporativos respecto a los del Estado.
En todo caso, es innegable que Bernanke ha incrementado notablemente la confusión sobre el escenario actual, en el que se mezcla una avalancha de indicadores adelantados negativos con un PIB que creció al 3,9% en el tercer trimestre, una fuerte mejora de la productividad y una caída de los costes laborales.
Asimismo, el presidente de la Fed da argumentos a los más pesimistas, como el gurú Bill Gross de la gestora de fondos de renta fija Pimco. En la entrevista que publicamos hace tres días, Gross aseguraba que la Fed tendría que bajar mucho más los tipos -hasta el 3,5%- porque no se puede permitir el lujo de un desplome de la vivienda.
Lo bueno (o lo malo) de esta historia es que no hay reunión de la Fed en noviembre, y que la próxima tendrá lugar el 11 de diciembre. De aquí a entonces, Bernanke tiene tiempo para cambiar de opinión cuantas veces quiera. Y de seguro que no nos vamos a aburrir.