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La teoría de la opinión contraria: con el sentimiento como enemigo

Carlos Doblado para Bolságora
15/10/2007 - 1:01

La teoría de la opinión contraria es una de las herramientas técnicas con mejor historial a efectos de porcentaje de acierto. Sin embargo, es la herramienta técnica que ha dejado a más inversores fuera de grandes movimientos. Ahí radica uno de sus problemas: al no estar vinculada al precio, no existe una relación conocida a priori entre el riesgo que se corre siguiendo una de sus instrucciones.

Por ejemplo, al inicio del actual mercado alcista, en 2003, la encuesta de sentimiento más famosa del mundo, la de Investors Intelligence, dio rápidamente sobrecompra y sugirió durante muchísimos meses que el alza no era sostenible. Cualquiera que hubiera seguido la encuesta a pies juntillas se habría salido de un mercado que voló literalmente antes de que sugiriera lo contrario.

La teoría de la opinión contraria tiene un fundamento incontestable desde un punto de vista racional (pues aunque muchos piensen que no, el chartismo está cargado de sentido común aunque pueda fallar más que escopeta de feria). La base de esta teoría es sencilla: para que un mercado siga subiendo necesita gasolina, nuevos compradores que empujen a los precios al alza. Así, cuando un mercado se confiesa alcista de forma contundente es por la sencilla razón de que sus participantes ya han comprado. Si uno no ha comprado, lógicamente, no se va a considerar alcista hasta que lo haga. Así, cuando la convicción es general, cuando todo el mundo ha inyectado el dinero del que dispone ¿Quién va a poner el dinero que necesita el mercado para seguir escalando?

En tales casos, cualquier debilidad puede provocar que una salida de dinero del mismo derive una seria corrección. No habiendo suficiente dinero fuera del mercado que pueda ver una cesión de los precios como una oportunidad.

¿Quién va a sostenerlos?

En agosto, por ejemplo, en la zona de soporte clave a largo plazo del S&P 500, al borde del precipicio, la encuesta de Investors Intelligence se extremó hasta el punto que el diferencial entre alcistas y bajistas se aproximo a cero. Un diferencial menor al 15 por ciento sugiere históricamente la posibilidad de un suelo en cuanto el diferencial rebote al alza. Luego el problema es operativo. Por ejemplo, en esta ocasión, cuando el diferencial ha rebotado los precios ya habían subido notablemente y el S&P 500 estaba en la zona de los 1.500 puntos a la espera de una rebaja de tipos que ha hecho el resto del trabajo, permitiendo una recuperación adicional para que éste marque máximos históricos.

En verano, este diferencial fue, junto a la divergencia bajista que ofrecía el dólar/yen, lo único que sugería la posibilidad de un techo correctivo en zona de máximos históricos. Un diferencial en la zona 35/40 por ciento de este conocido indicador sugiere techo. En julio llegamos a la parte baja de esta horquilla. La semana pasada, con el S&P 500 marcando máximos, con el Dow Jones Transportes aparentemente apoyando al alza desde la semana pasada, estuvimos al 40 por ciento. Lo supimos el miércoles, y el jueves tuvimos la primera señal de lo que puede pasarle al mercado como no encuentre argumentos alcistas que lleven a los precios a una contundente subida libre, y al indicador a fallar en su señal de techo como hiciera en 2003.

La sonora toma de beneficios que vivían el Nasdaq y el S&P el jueves fue para dejar frío a cualquiera que estuviera a esa hora delante de una pantalla de cotizaciones. Lo viví en directo y le aseguro que aún no se me ha recuperado la retina ¡3% de caída de máximos a mínimo en menos de dos horas en el Nasdaq! ¡Un 2% en el S&P! Impresionante, y no pasó absolutamente nada; fue la típica toma de beneficios, pero dejó velas que ponen los pelos de punta para intentar situar al S&P bajo los 1.555 puntos de contado; lo que supondría perder la subida libre.

Sucedió además con una recaída hacia la directriz alcista en gráfico diario del Nasdaq 100 y del Dow Jones Transportes, y con un notable volumen. No sería nada grato para un alcista tener que ver una recaída desde los máximos del año del Dow Jones Industrial en estas condiciones, con el Transportes fallando tras una aparente salida alcista. Un fallo alcista con un sentimiento tan fuerte, de la mano de un rally alcista en la volatilidad, sería como para plantearse si realmente hemos cerrado las dificultades que empezaron en verano. Debo mantener entre interrogantes la pregunta que me hacía la semana pasada: ¿Hemos repetido la pauta de vuelta alcista de 2006? ¿Crisis?

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