Si hacemos caso a los medios 'oficialistas', el mercado pasa de la euforia a la depresión en cuestión de horas. El martes todo era optimismo tras las actas de la Fed, que confirmaban que habrá más bajadas de tipos si los mercados empeoran. Pero ayer, el decepcionante arranque de la temporada de resultados del tercer trimestre acabó con esa alegría y devolvió los nubarrones al mercado.
Si nos fijamos un poco mejor, no es para tanto. Para empezar, estos cambios de sentimiento tan bruscos deberían provocar fuertes oscilaciones en los índices, pero lo cierto es que la volatilidad se ha reducido infinitamente desde el verano. En segundo lugar, hay que recordar que superar unos máximos históricos -y más después de una crisis como la de agosto- no puede hacerse en un día. Lo preocupante habría sido precisamente que se batieran como si fueran de mantequilla.
Pero lo más importante es que el mercado está en una fase de replantearse el escenario: después del batacazo de agosto, era normal una reacción alcista igual de violenta cuando la Fed acudió al rescate y cuando se vio que la crisis no era el fin del mundo; y ahora, una vez alcanzados los máximos anteriores, es normal que el mercado se tome un tiempo para planearse eso de "ahora, ¿qué?" Que es lo que está haciendo ahora.
Además, lo ocurrido ayer no puede calificarse de ningún modo como preocupante: la caída final del Dow Jones fue del 0,61%, cierto; pero el S&P 500 sólo bajó el 0,17% y el Nasdaq acabó subiendo el 0,27% gracias de nuevo a Google. Miedo, lo que se dice miedo, no hay.
Dicho lo cual, no hay que menospreciar la amenaza de los resultados empresariales. Alcoa pagó ayer su decepción con una caída del 2,5%. Además, Boeing advirtió de un retraso en el lanzamiento de su nuevo avión (y cayó el 2,7%), y dio un 'profit warning' el gigante petrolero Chevron, que bajó el 0,8%. Esto hace que sea posible que las estimaciones de resultados de los analistas entren hoy en negativo (es decir, que el consenso pronostique una caída trimestral de las ganancias) por primera vez en cinco años.
En otros mercados, el petróleo siguió subiendo por encima de 80 dólares, hasta 81,30. El dólar continuó su caída, de forma que el euro alcanzó las 1,4145 unidades, y los bonos se mantuvieron planos, con su rentabilidad en el 4,64%.