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El toro pierde la trompa tras las elecciones norteamericanas

Carlos Doblado para Bolságora
12/11/2006 - 23:30

Presidente republicando y cámaras demócratas no son un inconveniente para Wall Street que mantuvo su buen tono pese a las cuestiones electorales.

Un toro de poderosas patas traseras y afilados cuernos, de un tamaño tal que ni el mismísimo Manolete se habría atrevido a torearlo, preside Wall Street. El toro es la personificación del mercado alcista, y el único que de tarde en tarde se atreve a torearlo es el oso, icono bajista.

Desde tiempos inmemoriales los humanos nos hemos servido de los animales a fin de reforzar nuestro mundo de símbolos. El toro es una imagen apropiada porque ataca golpeando hacia el cielo, al alza, y vive Dios que cuando lo hace decidido es como si el mismísimo demonio quisiera ganárselo. El oso, que suele estar hibernando pero que es temible cuando sale hambriento de la cueva, no es tampoco metáfora falta de contenido, golpeando como lo hace sin contemplaciones, de arriba abajo, para intentar partirle al vecino esa zona que a todos nos duele especialmente, la cornamenta, que a falta de dinero siempre nos quedó el orgullo.

Un poco de historia

El toro que gobierna el ciclo alcista de la renta variable desde 2003 ha tenido hasta ahora trompa. Y es que el elefante es el símbolo del Partido Republicano, que también en la política juegan los animalillos un destacado papel alegórico. Y si hasta ahora Wall Street vivía más o menos feliz entre cuernos y trompas, entre alcistas y republicanos, ahora va a tener que hacerle sitio a un tercer amiguito, el asno, que es oficiosamente blasón del Partido Demócrata, ganador de las dos cámaras en un país, no debe olvidarse, fuertemente presidencialista.

Cosas de la historia, los republicanos, hoy principalmente apoyados por el sur y considerados conservadores, nacieron para defender las cruzadas liberales de su época: liderando la causa abolicionista primero, y defendiendo tiempo después, por ejemplo, el voto femenino y, momento tras el que viajaron hacia el sur, los derechos civiles. Pero si en política conceptos y causas evolucionan según conviene a los que imponen sus criterios, en Wall Street, que donde manda patrón no manda marinero, ni les cuento. Y es que el dinero, poderoso caballero, como el norteamericano, es un pragmático.

Puede que por ello, y pese a que la historia nos dice que el mercado sube más en los períodos de gobierno no dividido, las cosas se estén percibiendo de un modo muy ponderado al otro lado del Atlántico, sin estridencias, tal que la política no está alterando al conjunto de un mercado. De hecho The Wall Street Journal se hacía eco esta semana de cierta corriente que sostiene que la derrota obliga a Bush a escuchar al electorado y trabajar para detener la caída de su partido y recuperar la popularidad perdida. Y ese trabajo pasa por lograr acuerdos con los demócratas para evitar la paralización política en la que puede caer el país.

Por otro lado, se considera que una victoria de estos últimos tendría la virtud de evitar un fin de mandato presidencial demasiado extremista y, sobre todo, un exceso del gasto (o déficit de ingreso) por parte del Gobierno. Algunos estudios aseguran que el gasto federal es tres veces más bajo en los períodos de Gobierno dividido que cuando un partido lo controla todo. Y de todos es sabido que el déficit es el gran problema estadounidense.

¿De hecho, y si todo eso viniese refrendado ya por los precios desde hace semanas con la ruptura al alza del gran proceso lateral-alcista que mantiene el Standard & Poor´s 500 desde 2004? ¿Podría esconderse ese argumento dentro de ese largo proceso técnico tan positivamente resuelto al alza en los últimos tiempos por el lado alcista de la tendencia?

El mercado tiene memoria

Y es que el mercado tiene memoria, y esa es la baza a la que jugamos siempre los analistas técnicos. Si acudimos de nuevo a los precedentes, Wall Street ha subido el 6% anual en los meses de Gobierno dividido, frente al 22% anual en los meses de control de un solo partido.

Es cierto que no es por tanto el mejor escenario a priori el que resulta de los comicios, pero no lo es menos que los años de Bush, padre e hijo, son por lo general excepción a la regla, y que al tiempo muchos inversores no olvidan el dulce mercado de los años 90, con los demócratas al mando. Y por encima de todo cabe destacar simplemente que tras todo esto podría encontrarse la actitud histórica de Wall Street ante unos comicios electorales.

En una pauta que se repite desde 1946, el S&P500 casi siempre se ha disparado tras las elecciones legislativas, gane quien gane en el año siguiente a las mismas; habiéndose registrado una subida media espectacular del 23,1%. No parece por tanto extraña una buena reacción del mercado global tras el plebiscito electoral, que podría sencillamente ajustarse en sus prioridades desde una industria tradicional, favorecida por los republicanos hacia los valores de innovación y crecimiento, más del perfil demócrata.

La energía salvaje del toro anuncia cosas buenas para los próximos meses con una probable deriva desde el Dow Jones al Nasdaq.

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