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Espai Kru, la madurez de la cocina que hizo de lo crudo un banquete

  • Tras más de 6 años el restaurante ha sabido evolucionar y no perder el ritmo

Iker Morán
Barcelona,

¿Cuántos años necesita un restaurante para entrar en la lista de los clásicos de la ciudad? ¿Puede serlo aunque su interpretación del producto fuera rompedora en un momento dado y siga sorprendiendo a muchos a día de hoy? Nos hacemos estas preguntas mientras con un cóctel en la mano -sour kru- repasamos la carta.

Eterno aspirante a una estrella que se resiste y siempre entre los preferidos de muchos gastrónomos, Espai Kru fue pionero en convertir el producto crudo en alta cocina a base de los mejores ingredientes y unos ligeros toques para ensalzarlo. Cocina vista donde se preparan buena parte de los platos, barra de cócteles pensados para maridar con la comida… Hoy suena habitual, hace unos años era algo totalmente nuevo.

La historia es de sobra conocida: en 2012 el Grupo Iglesias inauguraba este espacio en la parte superior del mítico Rías de Galicia como una opción más desenfadada y económica. La filosofía sigue siendo la misma y el producto en crudo el hilo argumental, pero en estos años la cocina ha sabido evolucionar para no quedarse atrás y lograr algo difícil: seguir entusiasmando y sorprendiendo.

La extensa carta y la inabarcable variedad de producto hacen que el menú degustación (110 euros) sea una gran opción para probar todo lo que Ever Cubilla, el chef de la casa desde el inicio del proyecto, es capaz de hacer con y sin fuego.

Ocho etapas y más de 20 preparaciones confirman que la generosidad sigue siendo una de los sellos de la casa pese a que aquí se trabaje con producto de lujo a precios muy bien ajustados. El clásico ronqueo del atún que permite degustar diferentes cortes acompañados de botarga, caviar o trufa blanca es un buen ejemplo.

Destacable la navaja -que se abre en la misma mesa sobre piedras calientes- con escabeche de cítricos, las preparaciones en las que el calamar crudo asume el papel del arroz, el bogavante a la donostiarra -un guiño clásico que nos hará buscar el pan- la deliciosa anguila del "kabayaki" o el tartar de wagyu.

Espectacular carta de vino por botellas y copas -es lo bueno de compartir la bodega con Rías de Galicia- servicio cercano, atento y que sabe lo que hace, y un espacio que mantiene cierta elegancia puesta al día, pero que tal vez va tocando refrescar un poco.

En un momento en el que se habla tanto de la vuelta al producto y de la reinvención de la alta cocina, volver o descubrir Espai Kru parece tener más sentido que nunca. No sólo porque ya estaba ahí cuando ese discurso era minoritario, sino porque ha sabido envejecer. Y eso es algo que no todos los restaurantes pueden decir.