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Terceira, la diminuta pero paradisíaca isla de las Azores


    María Sempere
    Madrid,

    Viajar a las islas Azores siempre será una experiencia maravillosa. Este archipiélago portugués, formado por nueve islas en medio del océano Atlántico, esconde algunas de las maravillas naturales más llamativas del mundo. Las Azores se encuentran a unos 1.400 kilómetros a oeste de Lisboa, en medio del océano.

    Terceira es la más pequeña de las nueve islas que conforman el archipiélago. Recibe su nombre porque fue la tercera de las islas en ser descubierta. Con una población de algo más de 56.000 habitantes y una extensión de 400 metros cuadrados, la isla se impone como un paraíso natural, digno de ser visitado. Además, su capital, Angra do Heroísmo ha sido declarada como Patrimonio de la Humanidad.

    Lo mejor de Terceira es su exuberante paisaje monumental, presidido por todo tipo de edificaciones antiguas y calles empedradas. Destacan las construcciones arquitectónicas religiosas, como las iglesias y monasterios. Aunque, también es posible visitar entornos naturales, convertidos en auténticos paraísos.

    Las famosas Cuevas de Carvao, en Terceira, son un claro ejemplo de esta naturaleza exótica. Los tonos verdes ganan la batalla en esta minúscula isla de origen volcánico. Sin duda, estas cuevas son de visita obligada para aquellos que adoran el ocio y la naturaleza.

    Angra do Heroísmo: Patrimonio de la Humanidad

    La capital de la isla es Angra do Heroísmo, declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Esta pequeña localidad monumental fue la capital del archipiélago durante muchos años. Cada una de sus calles esconde los secretos mejor guardados de las Azores, en forma de destacados edificios de carácter monumental.

    Para disfrutar de verdad de Terceira es importante dejarse llevar por sus costumbres y tradiciones. Además de las imponentes playas que rodean a la isla, es posible disfrutar de experiencias muy curiosas, además de una gastronomía local exquisita. Todo ello, sin olvidarse de recorrer cada una de las calles empedradas de la capital y los prados verdes de la maravillosa isla portuguesa.