Status
Los Templos de Angkor, la Camboya más especial
Evasión
Como dispuestos por una donosa mano, entre tupidos bosques y selvas que refulgen de verde, envueltos en ese silencio de la naturaleza, que es silencio armonizado por los sonidos, casi sinfónicos, de la propia vida que ella genera, se alzan, habiendo visto pasar ante sí, siglos y edades, hombres e imperios, más de 900 templos, en la región de Angkor, que, entre su selvático devenir, fue capital del imperio angkoriano, uno de los más poderosos de cuantos se han alzado en el Continente asiático y que llegó a lindar con el lejano Mar de la China. Por A. Caro
En el siglo IX d. C., un rey llamado Jayavarman II tomó las armas y logró someter a todas las tribus de la región, formando un reino unificado del que él se declaro rey-dios. Y como es común en estas cronologías, en auxilio de esa imagen que el soberano quería dejar grabada a fuego en sus súbditos, acudió la arquitectura. Una arquitectura que hoy es Patrimonio de la Humanidad y que ha nimbado rincones y colinas de la región camboyana con construcciones que maravillan cualquier mirada y que recientemente han sido salvadas de la selva. Para sí tendrán los constructores de estos templos el haber erigido las mayores estructuras religiosas jamás construidas; incluso la modernidad, con su derroche de técnica, ha sido incapaz de superarlas.
Dos entre centenares
Hay, de entre todos ellos, dos templos que resaltan sobre el resto. El primero se denomina Angkor Thom, que fue edificado bajo la idea de levantar una ciudad fortificada intramuros, dotada de un carácter religioso, habida cuenta de la deificación del rey. En su recinto se encuentra la Terraza de los Elefantes, un magnífico sitio arqueológico en el que se han encontrado grandes relieves que representan a estos animales y que en su día sirvió como escenario para los ritos religiosos y las ceremonias reales.
Pero el más grande y mejor conservado de todos los templos es el de Angkor Wat, construido en laterita y que es hoy, además, el templo budista más grande del mundo y que en su día llegó a ocupar una superficie de más de 2.000 metros cuadrados. Fue dedicado al dios hinduista Vishnú, y en su quehacer, se combinaron estilos propios de la arquitectura de esta religión, con otros posteriores hasta elevar un edificio que, pese a cierto eclecticismo en sus formas, armoniza todos sus elementos, e incluso el paisaje que le rodea.
Son impresionantes los bajorelieves que rodean su estructura, en los que se cuentan historias del reino y de los reyes, de sus conquistas y guerras. E igualmente magnífica es la vista desde cualquiera de las alturas naturales que lo circundan, en especial la que se logra desde el otro lado del lago que, a los pies del templo, parece rendirle pleitesía.
Por todo esto, Angkor, en pleno Camboya, es más que un ramillete de templos antiguos y paisajes verdes y salvajes; es la prueba fehaciente de las cotas que la humanidad ha logrado alcanzar, aún en tiempos remotos de su historia, elevando hasta el cielo su ingenio y su arte.