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La fruta escarchada del roscón, ¿a favor o en contra?
Yago Gantes
Sí, es un tema peliagudo. Sin fruta escarchada el roscón no es roscón, pero con ella el dulce oficial del día de Reyes se convierte en un campo de minas -en tono plastidecor- donde la meta es evitarlas, o quitarlas con la pulcritud de un Tedax. ¿Qué son? ¿De dónde han venido? ¿Por qué tienen ese color? Y lo más importante, ¿por qué la gente se las come?
El debate está ahí, es complejo y se sucede a modo de investigación empírica en todas las sobremesas de Reyes. Los primeros en renegar son los niños que reciben su trozo de roscón libre de escarcha gracias una madre precavida. Los siguientes son los primos más mayores -y sus consortes- que ya se quitan ellos mismos la autodenominada fruta. Más tarde es el turno de la franja padres. Aquí hay más diversidad. Unos la quitan, otros se la comen con resignación cristiana y unos últimos la disfrutan con gusto, pero sabiendo que solo es una vez al año.
Y por fin llega el turno de los abuelos, bisabuelos y resto de comensales jubiletas. Este es su día, y no solo porque en su casa los Reyes Magos son más buenos que en el resto. El día de Reyes, los más golosos, y a pesar del azúcar -¡para algo me tomo la pastilla!-, se toman su trozo de roscón con la deliciosa fruta escarchada que desechó el resto de la mesa que no sabe lo que es pasar hambre y se han olvidado del lema de toda abuela: 'la comida no se tira'(ni si quiera la manzana Golden en la que una zona necrótica va tomando posiciones).
Y ahí está la clave de todo. La fruta escarchada o confitada es un sistema, conocido desde las antiguas culturas de China y Mesopotamia, que sirve para conservar la fruta sin riesgo de putrefacción. Sumergir trozos de fruta en almíbar evita la proliferación de microbios que la pudren y permite que, por ejemplo, los dátiles, los melocotones o las peras se conserven durante mucho tiempo.
Solo por esto, la tradición se debe mantener y el roscón debe conservar sus frutas escarchadas con orgullo milenario. Y parece lógico que las generaciones que suman más experiencia asuman con inteligencia el buen hacer de la historia. Sin embargo, el sabor a fruta es un ligerísimo matiz entre tanto almíbar, la textura cabalga sobre una gelatina rara y su masticación se disuelve sin previo aviso en azúcar. En fin, pasteleros que hacen fruta escarchada: sigan a ello. Pero no se cabreen si la quito de mi roscón, prometo hacer todo lo posible para que la abuela Carmina se coma mi cacho y no acabe en la basura. Felices fiestas.