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Buen gusto en el plato y en la mesa: Otto, un lugar de 10


    Isabel Santomé

    Un lugar de trato exquisito y dónde todo está cuidado hasta el mínimo detalle: desde la decoración hasta los platos, pasando por el uniforme de los camareros (de Pepe Jeans), el servicio aparcacoches y de ropero e incluso los clientes, que en ocasiones parecen salidos de una revista. Así puede describirse Otto, uno de los nuevos lugares it de la capital.

    Situado en el número ocho de la Castellana, Otto se está ganando poco a poco un lugar entre los restaurantes imprescindibles de Madrid.

    La 'culpa' la tiene tanto el local como la oferta gastronómica. El primero, obra de Tomás Alía, se divide en varios ambientes preparados para los diferentes momentos del día o planes del cliente. Hay una zona lounge perfecta para el after work e incluso para alargarlo con unas copas -sobre todo de miércoles a sábado, cuando un DJ visita Otto- . Tras este lounge, el local se abre en varias estancias separadas: una biblioteca informal, un salón british o un reservado que recrea una sala de juntas, entre otras.

    Por último, en la planta baja se encuentran un tequila bar y una pequeña terraza al aire libre para las noches de verano más relajadas o para finalizar la comida o cena.

    En cuanto a la oferta gastronómica, podría resumirse en una gran materia prima bien tratada y servida. Los olores son una parte importante de la experiencia, pues desde que el plato se encuentra en la mesa puede empezar a percibirse el sabor gracias a él.

    Además del jamón de 38 meses de curación y de sus panes variados (de tomate, de aceite, integral...) son imprescindibles su intensa sopa de marisco y el tartar de atún y sandía con soja, sake, aceite de sésamo, jengibre y caviar de arenque, un plato fresco, con el punto justo de cítrico y apto incluso para aquellos que no suelan gustar del pescado crudo.

    Si nos decantamos por las carnes, más que recomendable el solomillo con salsa de boletus. Una carne tierna, de olor intenso y gran sabor servido con una patatas que ponen el contrapunte crujiente al plato. También destaca su arroz cremoso de ciervo y trufa, un plato tal vez un poco pesado e intenso si el comensal no gusta de sabores muy fuertes.

    Para acabar, una insuperable tarta de queso que poco tiene que ver con las tradicionales. Cremosa, ligera y tan natural que en ocasiones da la sensación de estar comiendo fruta fresca con crema de queso.

    En definitiva, un lugar para sentirse bien tratado y para dejarse ver.

    Paseo de la Castellana, 8. De domingo a jueves de 13.00h a 02.00h. De viernes a Sábado 13.00h a 03.30h.

    Precio medio: 50 euros. Menú del día 22 euros