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Venezuela se prepara para una posible derrota de Maduro en las elecciones más inciertas en dos décadas
- El presidente ha amenazado con "un posible baño de sangre" si pierde
- Los analistas empiezan a creer que el cambio de Gobierno es posible
- El favorito, Edmundo González, no tiene experiencia y tendría al Parlamento en contra
Víctor Ventura
Si Venezuela fuera un país normal, las elecciones de este domingo parecerían aburridísimas: todas las encuestadoras independientes apuntan a una victoria aplastante del candidato de la oposición, Edmundo González, por más de 30 puntos de ventaja. Pero nadie es capaz de imaginarse que el actual presidente, Nicolás Maduro, vaya a aceptar una derrota electoral sin más. Hace cinco días, el líder chavista amenazó con desatar "un baño de sangre" y "una guerra civil" si los ciudadanos venezolanos votan por González. El resultado es que los comicios llegan con un nivel de incertidumbre que no se veía en décadas.
Los analistas están divididos entre los que creen que Maduro usará los poderes del estado para declararse ganador por las buenas o por las malas, independientemente de lo que digan las urnas, y los que creen que la oposición tiene una oportunidad real de ganar y obligar a Maduro a aceptar los resultados.
Alejandro Arreaza, de Barclays, calcula que los mercados dan un 20% de probabilidades a una derrota del presidente. "La oposición nunca había llegado a la elección con una ventaja como esta", cree Arreaza. "El Gobierno ha venido cometiendo una serie de errores de cálculo que han contribuido a que hoy estemos en una situación distinta". En su opinión, si González bate a Maduro por un margen de votos inapelable, de varios millones, el candidato opositor tendría la fuerza suficiente para presionar al chavismo para que reconociera los resultados.
A favor de esta posibilidad están las presiones que llegan desde EEUU, donde la Administración Biden tiene una mezcla de palos y zanahorias que ofrecer, y desde Brasil, que ha dado un giro respecto a su política venezolana en las últimas semanas. Su presidente, Lula da Silva, uno de los aliados históricos del chavismo, advirtió a Maduro de que "cuando pierdes unas elecciones, te vas". En los últimos días, la lista de figuras que habían pedido ir a supervisar la jornada electoral no había dejado de crecer: Brasil había anunciado que enviaría a dos representantes, el ministro de Exteriores de Colombia también había comprometido su presencia, y también el expresidente español José Luís Rodríguez Zapatero. El objetivo era evitar que el Gobierno tenga la tentación de desconocer los resultados por la fuerza. Sin embargo, Maduro ha vetado a los dos representantes brasileños y al expresidente argentino Alberto Fernández, después de que los tres conminaran al actual presidente a aceptar los resultados, incluida la derrota si así ocurriera, en sendas entrevistas, lo que Maduro considera que les hace "parciales".
En el núcleo más cercano al presidente hay señales contradictorias. Nicolás Maduro Guerra, hijo del mandatario, aseguró este miércoles que "si perdemos, entregamos y seremos oposición". Y no hay señales claras de que el Ejército esté preparado para defender a un Gobierno perdedor a toda costa. Pero Maduro insiste en que EEUU y España deben "prepararse" para su victoria, y ha ordenado detener a todos aquellos que intenten "usurpar" las funciones del Consejo Electoral, lo que puede entenderse como una amenaza a todos los que intenten anunciar resultados de forma independiente.
Los votos de los venezolanos y las presiones externas, sin embargo, pueden no ser suficientes para vencer a un presidente que domina con claridad todos los poderes del Estado. La última vez que perdió las elecciones legislativas, en 2015, su reacción fue designar a varios de sus aliados como jueces del Tribunal Supremo, y a los pocos días esos mismos aliados declararon inconstitucional al Parlamento surgido de aquellas elecciones, retirándole todos los poderes. Con esos antecedentes, no faltan los analistas que esperan que Maduro tenga aún un par de ases bajo la manga, desde inhabilitar de forma retroactiva a González hasta cancelar las elecciones, pasando por ignorar los resultados e inventarse unas cifras que le den ganador.
Desde luego, el Gobierno no ha mostrado ninguna intención de permitir que las elecciones sean libres y justas. El Supremo, siguiendo órdenes de Maduro, inhabilitó a las dos primeras candidatas propuestas por la oposición, María Corina Machado y Corina Yoris, obligándoles a competir con un candidato desconocido que Maduro consideraba menos peligroso. El Consejo Electoral Nacional está lleno de rectores afiliados al PSUV, el partido de Maduro, pese a que la Constitución prohíbe que sus miembros tengan afiliación política declarada. Maduro aparecerá 13 veces en la papeleta presidencial, y el Supremo ha entregado las marcas de los partidos opositores más conocidos a chavistas, que han presentado a candidatos 'falsos' afines al chavismo con la intención de confundir a los votantes y desperdiciar votos opositores. Encontrar al único candidato opositor en la papeleta parece una partida de "Quién es quién".
Entre los analistas financieros hay una división clara de opiniones. "Si se hubiera preguntado hace unos meses, un alto porcentaje de inversores habría dicho que el Consejo Electoral venezolano declararía ganador a Maduro", dijo Francesco Marani, jefe de negociación de la firma de inversión española Auriga Global Investors, que ha comprado bonos de la petrolera estatal PDVSA confiando en una revalorización. "Pero si se preguntara ahora, la posibilidad de un resultado diferente" -es decir, una victoria de la oposición- "ha aumentado".
Enfrente, Alejandro Grisanti, exestratega de Barclays y actual director de la consultora caraqueña Ecoanalítica, apuesta a que Maduro retendrá el poder independientemente del resultado. "Maduro es muy diferente a Chávez", aseguró en declaraciones a Bloomberg. "El madurismo no va a reconocer".
El día después
La mayor pregunta es qué pasará si la oposición gana las elecciones. El Parlamento está controlado con puño de hierro por el chavismo, que obtuvo el 90% de los escaños en 2020 en unas elecciones boicoteadas por la oposición en las que solo votó entre el 20% y el 30% del electorado. Con esa mayoría casi unánime, los aliados de Maduro aún tendrían la posibilidad de hacerle la vida imposible al nuevo Gobierno durante un año y medio, y seguirían controlando el nombramiento de cargos en numerosos puestos clave del Estado. Además, el Tribunal Supremo, con funciones de Constitucional, está lleno de jueces sin experiencia designados a dedo únicamente por su lealtad personal al chavismo, que podrían, como hicieron con el Parlamento electo en 2015, declarar ilegales todas las decisiones del nuevo Gobierno sin ningún motivo ni justificación, solo porque sí.
Para los más optimistas, la esperanza es que una derrota electoral de Maduro, especialmente si es por un amplio margen, provoque la descomposición del bloque de poder que le acompaña, lo que le daría al nuevo Gobierno una oportunidad para recomponer el país. Para Jorge Lazo, profesor de Ciencia Política en la Universidad de Ottawa, un Ejecutivo de González debería plantearse su etapa como una de transición, desmontando todas las estructuras de control chavista posibles para poder celebrar unas elecciones libres y justas en un plazo de tiempo razonable.
La otra opción, una victoria de Maduro, podría dar al traste con la estabilización económica que vive el país, especialmente si los representantes de Argentina, Brasil o Colombia consideran que hay sospechas creíbles de fraude. Y nadie quiere pensar en el "baño de sangre" con el que ha amenazado el actual presidente. Lo que sí está claro es que estas elecciones son uno de los momentos decisivos de la historia moderna de Venezuela. Tras 25 años en el poder, nadie puede garantizar que el chavismo vaya a seguir en el Palacio de Miraflores la próxima semana.