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Portugal vota este domingo en unas elecciones en las que se prevé un gobierno en minoría

  • Santos y Montenegro, aspirantes este domingo a la gobernabilidad en el país vecino
  • La ultraderecha copia en campaña los métodos de Trump y Bolsonaro y podría ser decisiva para formar gobierno
  • Santos promete facilitar la investidura de Montenegro si no pacta con la ultraderecha
Un votante portugués deposita su papeleta en la urna / EP

elEconomista.es

Los portugueses acuden este domingo, 10 de marzo, a las urnas en unas elecciones marcadas por el 50 aniversario de la Revolución de los Claveles en abril, pero en especial por la inesperada renuncia del primer ministro, António Costa, por un caso de corrupción que le señaló erróneamente y que marcó el final de una mayoría absoluta socialista difícil de revalidar en estas elecciones.

Las encuestas han estado durante días fluctuando entre los dos principales favoritos, el candidato del Partido Socialista (PS), Pedro Nuno Santos, y el de la derecha, Luís Montenegro, del Partido Social Demócrata (SPD), que se presenta bajo el paraguas de una coalición a tres bautizada como Alianza Democrática (AD), en la que están viejos conocidos venidos a menos como el Centro Democrático Social (CDS).

El último de ellos realizado por Estudios y Sondeos de Opinión (Cesop) de la Universidad Católica ha colocado a Montenegro con el 34% de los votos, seguido de Santos con el 28%. Quien se ha mantenido constante durante todo este tiempo ha sido el ultraderechista Chega de André Ventura, con quien la derecha ha dicho no estar dispuesto a gobernar.

Santos, antiguo ministro de Infraestructuras, se impuso claramente con más del 60% de los votos al ministro del Interior, José Luís Carneiro, en las primarias del partido para suceder a un Costa que, al tiempo que presentaba su dimisión, también anunciaba su salida de la primera línea política.

El paso de Santos por aquel gobierno cerca estuvo de acabar con su carrera política, después de que fuera, primero en junio de 2022, desautorizado por Costa por un asunto relacionado con la siempre discutida ubicación del nuevo aeropuerto de Lisboa, y meses después con su renuncia por una indemnización irregular de 500.000 euros que la aerolínea estatal TAP --entonces recién nacionalizada-- pagó a su directora ejecutiva Alexandra Reis, nombrada luego secretaria del Tesoro.

A la caza del voto moderado

Ahora, con los votos del electorado más progresista de la socialdemocracia asegurados, Santos busca rebajar esa imagen que durante años le situó dentro de la corriente más a la izquierda del partido y seducir así a tanto a los votantes de centro como a los miles de indecisos que todavía quedan.

Al otro lado, se encuentra una derecha estancada ocho años en la oposición y huérfana de un líder carismático tras la caída en desgracia del ex primer ministro Pedro Passos Coelho. Para esta ocasión, Montenegro se ha puesto al frente de una coalición ganadora en 1979 y 1980, y en la que se encuentran el citado CDS y una 'rara avis' como el Partido Popular Monárquico (PPM).

Espoleado por los resultados que vaticinan los últimos sondeos, Montenegro ha querido también representar en esta campaña el papel de moderado, dejando para otros compañeros de partido los ataques a Santos y distanciándose de Chega, con quien ninguno de los favoritos ha perdido mucho el tiempo en responder sus ataques.

Después de negar en varias ocasiones que vaya a recurrir a la ultraderecha para formar gobierno -Santos ha asegurado que en caso de empate técnico facilitará su investidura si mantiene su palabra- gana terreno la posibilidad de su alianza con los liberales, que aspiran a ser cuarta fuerza política en la Asamblea.

Los viejos socios de los socialistas, que antaño formaron aquella 'geringonça' que permitió a Costa ser primer ministro en 2015, también han experimentado sus propias bajadas y subidas con el paso de los días, especialmente la Coalición Democrática Unitaria (CDU) --formada por comunistas y ecologistas--, y Livre.

La CDU ha pasado de ser la última fuerza ha ponerse quinta con el 5% de los votos en un lapso de apenas unos días. Mismo porcentaje para el Bloque de Izquierda. Ambos presentan nuevos cabezas de cartel, Paulo Raimundo y Mariana Mortágua, respectivamente, tras los malos resultados de las pasadas elecciones.

Posibles alianzas

Si hace una semana las encuestas proyectaban un empate técnico -ambos bloques se habían estancado en el 39 por ciento-, en vísperas de que acudan a las urnas más de 10 millones de portugueses, parece que la izquierda toma una ligera ventaja. Los socialistas, el Bloque, la CDU y Livre suman un 41 por ciento, un punto más que la alianza que puedan forma la Alianza e Iniciativa Liberal.

En estas cuentas no aparece ni Chega, a quien Montenegro y el candidato de los liberal, Rui Rocha, han cerrado la puerta, ni los animalistas del PAN, que, por otra parte, podría llegar a entenderse con izquierda y derecha.

Esta última encuesta coloca a Chega terceros con el 16% de los votos. Ventura, que ha estado esquivando las preguntas sobre la financiación de su partido mientras emulaba a Jair Bolsonaro y Donald Trump al poner en duda el sistema electoral portugués, no ha parado de tender la mano a un reacio Montenegro.

El porcentaje de indecisos también ha bajado significativamente. Si en febrero un 21 por ciento se mostraba todavía dudas sobre el sentido de su voto, ahora, en vísperas de acudir a las urnas son el 13%. En cuanto a la abstención, también ha descendido, del 12,4% al 6,9%.

Según la encuesta del Cesop de la Universidad Católica, un mayor número de los indecisos consultados, hasta el 48% se decantaría este domingo por los socialistas, por delante del 32 por ciento que optaría por confiar en la Alianza.

Los portugueses eligen este domingo a los 230 diputados que ocuparán la Asamblea de la República durante los próximos cuatro años. Se espera así que ninguno de los bloques logre los votos suficientes para alcanzar una mayoría que se sitúa en los 116 escaños, siempre y cuando la derecha no incumpla su palabra y pacte con Chega.

Ni Santos ni Montenegro parecen dispuestos a una repetición de las elecciones, por lo que los más probable es que los portugueses tengan que vivir estos cuatro años con un Parlamento dividido. Ambos han señalado que en caso de no ganar, estarían abiertos a negociar medidas clave, como los presupuestos, caso por caso.

Santos y Montenegro

Más de diez millones de portugueses están llamados este domingo a las urnas en unas elecciones que buscarán manejar la zozobra desatada tras la renuncia de António Costa en noviembre de 2023. La reñida disputa entre los principales contendientes, con el socialista Pedro Nuno Santos y el conservador Luís Montenegro podría ser la antesala de un nuevo episodio más de esta crisis política.

Santos siempre quiso ser secretario general del partido, o al menos eso dicen en Portugal. Sobre cuándo surgió el deseo no se ponen de acuerdo, quizás desde que obtuvo su primer cargo de relevancia del partido, allá por 2004 cuando se puso al frente de las juventudes de la formación.

Sus aspiraciones se cumplieron en diciembre de 2023, tras la sorpresiva salida de Costa por unas sospechas de corrupción que al final no fueron como consecuencia de una sonrojante confusión de nombres y después de imponerse con superioridad al ministro del Interior, José Luís Carneiro, en las primarias del partido .

Nacido en Aveiro, tiene 46 años y es licenciado en Economía por la Universidad de Lisboa, en 2005 ocupó por primera vez un escaño como diputado en la Asamblea de la República. Ya en 2019 fue designado por Costa como ministro de Infraestructuras, puesto que ocupó hasta su abrupta salida cuatro años después.

Antes de eso adquirió notoriedad como uno de los nuevos valores del partido, siendo uno de los principales artífices de esas negociaciones con esas fuerzas más a la izquierda del Partido Socialista de las que nació la llamada 'geringonça', con la que Costa pudo formar gobierno en 2015.

En 2019, en el segundo gabinete de Costa, fue elegido para ponerse al frente de Infraestructuras y Vivienda, un cartera de peso importante en Portugal, a pesar de que ya había tenido sus desavenencias con el propio Costa en 2018, en un congreso del partido cuando defendió la necesidad de un secretario general más joven.

La relación entre Santos y Costa no dio más de sí en 2022. En junio el primer ministro anuló una resolución que el ahora aspirante aprobó de forma unilateral sobre la ubicación del nuevo aeropuerto de Lisboa y ya en noviembre tras renunciar por una indemnización irregular de 500.000 euros que la aerolínea estatal TAP --entonces recién nacionalizada-- pagó a su directora ejecutiva.

Ahora ya como candidato socialista a estas elecciones ha moderado el tono y ha ido a la búsqueda del caladero de votos más al centro del electorado, sabedor de que cuenta no solo con el voto socialdemócrata sino también incluso con las simpatías de sus oponentes más a la izquierda.

Santos ha hablado en campaña de subir sueldos y pensiones, poner límites al precio de la vivienda --uno de los principales problemas de los jóvenes en urbes como Lisboa--, mejorar los servicios públicos e industrializar el país.

Luís Montenegro también es la primera vez que se presenta como candidato principal del partido a unas elecciones generales. Nacido en Oporto, este abogado de 51 años se puso al frente del conservador Partido Social Demócrata (PSD) en mayo de 2022 después de vencer en unas primarias provocadas por la debacle de la formación en aquellas legislativas en las que Costa obtuvo mayoría absoluta.

En estas elecciones lidera una coalición a tres conocida como Alianza Democrática, una unión con buenos resultados en el pasado con la que la derecha confía ahora salir de ese estancamiento de ocho años en el que ha estado sumida, sin líderes de enjundia que pudieran poner en aprietos a los socialistas.

Con una experiencia como parlamentario desde hace dos décadas, en esta campaña ha buscado mostrarse como el candidato que aúna a las derechas, negando en varias ocasiones la hipótesis de acordar con la ultraderecha, un compromiso que ha hecho que Santos garantice que no dificultara su gobierno siempre y cuando lo cumpla.

Después de una campaña sorteando las pullas de la ultraderecha y evitando enzarzarse en ataques directos contra Santos, una cuestión que ha dejado para sus compañeros de partido, algunos de los cuales le han colocado en un aprieto cuando han dejado la puerta abierta a posibles restricciones a la ley del aborto.

A pesar de ello, aventaja en seis puntos a su oponente socialista. Partidario de no despenalizar la eutanasia y una nueva política migratoria más restrictiva, ha prometido aumentar el salario mínimo, las pensiones, realizar mejoras en los servicios públicos y bajar los impuestos sobre las rentas.