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La 'recesión del sándwich': así se ha impuesto el teletrabajo en Reino Unido pese a la resistencia del 'establishment'

  • Las zonas de oficinas son las únicas en las que no se ha recuperado el consumo
  • Las grandes empresas se plantean mudarse a edificios más pequeños
  • El Gobierno, las empresas y los medios insisten en pedir la vuelta a la oficina
Un local de Pret a Manger en la 'City' de Londres. Foto: Dreamstime

Víctor Ventura

Dos años después de que terminara la fase más aguda de la pandemia de covid, todos los espacios han vuelto a abrirse, las mascarillas han desaparecido y las restricciones se han acabado. Pero hay un 'efecto secundario' del virus que sigue afectando de lleno a la economía de Reino Unido, especialmente a Londres: el teletrabajo. Pese a los intentos del Gobierno conservador y de varios periódicos de empujar a los trabajadores a volver a las oficinas, las cifras apuntan a que la caída en el número de trabajadores presenciales sigue afectando a la actividad en la zona de oficinas, la 'City', golpeando de lleno a los locales de sándwiches y poniendo en duda el futuro de las grandes sedes de empresas.

Los datos de ocupación apuntan a que los edificios de oficinas en el centro de negocios histórico de Reino Unido han pasado de una ocupación de más del 95% en 2019 a un 84,5% este año. Los datos del Metro de Londres confirman estos datos: en la estación del Banco de Inglaterra, los pasajeros se habían reducido a la mitad respecto a 2019; y en las 15 estaciones más céntricas, el número de pasajeros se ha desplomado de media en 100.000 al día. Todo ello pese a que el Ayuntamiento de la capital espera que la cifra de turistas supere ya al de 2019, por lo que la culpa no es de los visitantes: es de los propios londinenses.

Estos datos se ven muy claramente en las estadísticas de ventas de Pret a Manger, una de las principales tiendas de sándwiches a la que suelen ir a comer los oficinistas de Reino Unido. Sus datos son tan útiles para calcular la actividad económica que la Oficina de Estadísticas Nacional (ONS) británica -el equivalente del INE de España- mantiene un índice con sus ventas semanales. Y lo que se ve cuadra con las cuentas de la empresa: sus ventas ya superan ampliamente las de 2019, pero su fortaleza está en los aeropuertos y en las zonas residenciales, a donde se han mudado las compras de los trabajadores que antes estaban en la 'City'. En la zona de oficinas, sin embargo, todavía no se han recuperado los datos prepandemia.

Pero el golpe se ha hecho notar aún más en Canary Wharf, la zona financiera más moderna de la ciudad diseñada en los años 80 para atraer a todas las grandes firmas que se mudaban a Londres atraídos por la desregulación que abanderaba Margaret Thatcher. En los últimos meses, compañías como el banco multinacional HSBC o la firma legal Clifford Chance han anunciado su próxima mudanza desde Canary Wharf a edificios más pequeños que se han quedado libres en la 'City', ante la falta de trabajadores que ocupen todas las mesas disponibles en sus gigantescas oficinas.

Según la firma inmobiliaria Knight Frank, la demanda de espacio de oficinas en Londres ha caído un 20%, y la mitad de las multinacionales espera reducir sus espacios de trabajo a la mitad en los próximos tres años. Una situación que puede empeorar según avanza el envejecimiento de muchos de esos edificios, construidos en la segunda mitad del siglo XX: un 60% de las oficinas necesita una remodelación profunda para adaptarse a los nuevos requisitos energéticos del Gobierno, que entrarán en vigor en 2027. Y muchos de sus dueños se están planteando si merece la pena invertir todo ese dinero con este cambio de modelo laboral.

Las presiones no funcionan

Lo que sí parece claro es que el teletrabajo ha llegado a Reino Unido para quedarse. El número de días teletrabajados se ha mantenido estable desde 2021 en 1,4. Y eso pese a que más de la mitad de los trabajadores no pueden teletrabajar por los propios requisitos de su empleo, lo que significa que el 44% que sí lo hacen rondan más bien los 3 días a la semana de media. De hecho, según la ONS, el porcentaje de teletrabajadores está en máximos desde que terminó el tercer y último confinamiento británico, en abril de 2021.

Todo ello pese a que ni los empresarios ni el Gobierno están a favor. Según un estudio de LinkedIn, un 49% de las empresas querrían que sus empleados pasaran más tiempo en la oficina y un 10% más han cancelado el teletrabajo por completo, preocupados por la "falta de productividad". Google, sin ir más lejos, compró el edificio de Londres en el que operaba para "representar la confianza continua de Google en la oficina como un lugar para la colaboración y la conexión en persona", una referencia poco velada al teletrabajo que pedían ampliamente sus empleados.

Mientras, los Gobiernos de Boris Johnson y Liz Truss se pasaron 2022 pidiendo a los trabajadores que volvieran a las oficinas para "no dañar sus carreras" y "reactivar la economía". Sin demasiado éxito: la mitad de los funcionarios siguen teletrabajando varios días a la semana.

El mayor ejemplo de la dificultad de llevar a los empleados de vuelta a la oficina la ejemplifica uno de los diarios de cabecera de los Conservadores británicos, el Daily Mail, que ha contratado a Johnson como columnista tras su dimisión. El medio lleva todo el año publicando editoriales en los que exige el fin del teletrabajo y amenaza a los empleados con deformidades físicas si no vuelven a las oficinas.

Pero los que no han dejado de teletrabajar han sido los propios empleados del periódico, que siguen teniendo la opción de hacerlo si quieren. El mejor ejemplo fue uno de sus columnistas, Richard Littlejohn, que recientemente escribió un artículo diciendo que "cada persona que teletrabaja supone el despido de otra", señalando la bajada de ventas de sándwiches y la actividad en la 'City'. Todo eso antes de explicar que ese artículo lo escribió desde su casa, "como llevo haciendo los últimos 30 años". Y parece que cada vez más trabajadores quieren seguir su ejemplo más que sus palabras.