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El agua, la guerra que viene


    Gregorio Peña
    Madrid,

    En cinco siglos, Europa no conocía una sequía como la de este año. En el Danubio muchos barcos no han podido navegar. El Rin ha caído a mínimos históricos, afectando también al tráfico fluvial. Algunos tramos del curso alto del Támesis han desaparecido. El Po ha descendido tanto que las aguas saladas del Adriático se han adentrado río arriba. Y el Loira, con sus afluentes secos, ha tenido serios problemas para refrigerar las cuatro centrales nucleares situadas en su orilla. Los principales ríos europeos son importantes rutas económicas y la falta de agua supone una amenaza directa sobre la producción de energía, la navegación, transporte, comercio, turismo o las cosechas.

    Pero la sequía en Europa no es nada nuevo. Los mapas de riesgo hídrico llevan años alertando de esta situación y pintando un empeoramiento de la escasez de agua en todo el territorio europeo. Un problema medioambiental de primer orden. Algunas previsiones para 2050 indican que alrededor del 17% de la población europea estará en riesgo de escasez de agua. Esta situación podría afectar al 13% del PIB europeo y las tasas de crecimiento económico de algunas regiones podrían disminuir en hasta un 6%, debido a pérdidas relacionadas con el agua en la agricultura, la salud o la energía. Sólo la generación de energía se lleva alrededor del 28% del consumo anual. El mayor consumo de agua en el Sur de Europa está en la agricultura, mientras Europa Occidental y Oriental gasta sus mayores recursos en refrigerar la generación de energía y el norte de Europa, en la industria manufacturera. El crecimiento económico depende del agua tanto como de la energía.

    Pero además en este momento existe una olla a presión latente con más de 3.000 millones de personas que dependen para comer y beber de las 310 cuencas fluviales transfronterizas que hay en el planeta. El riesgo de problemas territoriales entre regiones y países está ahí. Sin duda, la disminución del agua es uno de los mayores retos al que se enfrenta la humanidad. También, el mayor consumo. Según el Foro Económico Mundial, en 2030 la demanda de agua será un 40% más alta, entre otras cosas, debido al rápido aumento de la población mundial

    Con todas estas luces rojas encendidas, ni podemos ni debemos consentir que el agua sea la guerra que viene. Lo dijo hace 50 años Kennedy: «Quien sea capaz de resolver los problemas del agua, merecerá dos premios Nobel. Uno por la ciencia y el otro por la paz».

    Aprovechando la crisis energética, Europa debe ya de poner el foco en buscar una estrategia única y común para conseguir reducir todo lo posible el efecto que tendrá la crisis climática en el futuro del agua en el continente. El escenario que se aproxima requerirá de una inversión necesaria para la adaptación climática de todo el territorio.

    En España, llevamos años evitando tomar medidas para anticiparnos a lo que inexorablemente va a venir. Urge afrontar planes integrales con medidas o proyectos hidrográficos que aprovechen las grandes cantidades de agua que se vierten al mar o que sirvan para recuperar los más de 1,7 millones de metros cúbicos que se pierden al día por fugas y averías. Somos uno de los países europeos que más agua malgastamos. Por lo tanto, es clave la inversión en infraestructuras, embalses, trasvases y la red de abastecimiento.

    Igualmente, es obligado una planificación hidrológica y para recuperar cuanto antes las diezmadas masas de aguas subterráneas. Es apremiante una gestión sostenible de los acuíferos. España es un país rico en agua subterránea y es necesario poner a salvo extensas zonas verdes para la conservación de la biodiversidad y los ecosistemas.

    Aumentar nuestro volumen de agua desalada y ampliar sus usos es otra de las políticas que deberíamos tener en cuenta. Somos pioneros en el mundo en la tecnología de la desalación y tenemos la experiencia. De hecho, España es uno de los países del mundo que más agua desalada produce, junto a Arabia Saudí, Estados Unidos y Emiratos Árabes. Producimos alrededor de cinco millones de metros cúbicos al día para abastecimientos, riego y uso industrial.

    No podemos ni debemos llegar tarde al mayor reto que tendrá la humanidad.