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Asia Gardens, el paraíso en esta esquina: viaje de ida y vuelta a Tailandia

No hemos tardado en llegar, pero como salimos tarde ya es de noche y estamos cansados. El ambiente es un poco pesado aunque delicioso. Ya no hay sol, pero es septiembre y superamos los 25 grados. La humedad típica de la zona se hace notar, pero la ligera brisa que recorre el complejo de vez en cuando, que nada tiene que ver con los vientos monzones, hace que la sensación sea de lo más agradable.

Unos cuidados jardines de orquídeas y bambús nos reciben casi al mismo instante en el que un atento botones vestido con pantalones y kimono blanco de lino nos indica el camino a recepción y se lleva nuestras maletas. Al traspasar las puertas, recordamos el refrán de vale más una imagen que mil palabras. Aunque en este caso no es solo una imagen, es también un olor, una sensación... Enormes orquídeas, un buda gigante, tranquilidad? Y un té y una toalla refrescante aparecen ante nuestros ojos portados por una sonriente mujer. Otra, ataviada con un bordado kimono de seda, con un marcado acento extranjero y un español evidentemente aprendido nos registra y nos desea una buena estancia con un trato tan exquisito que nos hace sentir mimados desde el primer momento. Actitud tailandesa, lo llaman.

Tras un largo pasillo donde el 'olor a oriente' persiste gracias al incienso y la música típica tailandesa llena suavemente el ambiente, llegamos a la habitación: un oasis. Una cama de 2x2 para perderse dentro preside los 38 metros cuadrados de una habitación que incluye un salón, un vestidor - donde ya están nuestras maletas- y un baño con una inmensa bañera con vistas a la habitación y que invita pasar largas horas en ella sumergido en sales de té verde. La terraza privada nos descubre un jardín tropical con más de 110.000 árboles donde destacan palmeras, bambús, el árbol de Júpiter, el Pie de Elefante? Y al fondo, una piscina infinita con jacuzzi.

Esta primera piscina que hemos visto no es la única. Aquí el agua es el auténtico protagonista con su hechizante efecto infinito. Pasamos la mañana siguiente en una de ellas, climatizada durante todo el año, para 'descansar' de un desayuno buffet 'agotador': dulces, tortillas hechas la momento, panes, embutidos, fruta, salmón, quesos, habas, zumos...

Tras ponernos a remojo y después de una breve demostración y cata de comida asiática con la que volvemos a abrir nuestro apetito, nos dirigimos a uno de los nueve restaurantes del recinto. En el Koh Samui, el jefe de cocina, un asiático de marcada tez morena, nos deleita con platos que aúnan la tradición asiática y la fusión. Ese día toca langosta con una especie de salsa de curry ligeramente picante. Delicioso.

 Tras ello, volvemos a la piscina. Esta vez a uno de los palafitos o camas balinesas sobre el agua desde donde podemos divisar el mar al fondo y unas enormes caras talladas en piedra a un lado. Mientras otros eligen un brindis con Moët Chandon Ice, nosotros nos decantamos por un zumo natural. Más jóvenes ataviados con kimonos, sonrisa perpetua y discreción espectacular nos ofrecen fruta en varias ocasiones mientras los clientes VIP disfrutan de su exclusividad y anonimato en una piscina, más exclusiva todavía.

Con el cuerpo en calma y armonía decidimos interrumpir el descanso corporal, que no mental, e ir a una clase de chi kung, una diversidad de técnicas habitualmente relacionadas con la medicina china tradicional que comprenden la mente, la respiración y el ejercicio físico, aunque podríamos habernos decantado por pranayama, yoga o meditación. Algo más tarde nos esperaría la saxo live music o una ceremonia fuente de los deseos.

Tras eso, vuelta a la calma en el SPA. De nuevo ese olor a oriente y la sensación de paz mientras nos sumergimos en el significado de la palabra, SALUTEM PER AQUAM. Tras un rato en la piscina exclusiva de la instalación y en el baño turco, una pequeña mujer, que podría pertenecer a la etnia de los jemer o los mon, nos conduce a una sala envuelta en un kimono para disfrutar del masaje.

 Poco tiene que ver con la idea de masaje relajante con el que todos pensamos. Con una fuerza que disimulaba al presentarse, las presiones y estiramientos en las líneas energéticas del cuerpo nos deja machacados pero como nuevos. Cuerpo y mente parecen alineados de repente y mediante estiramientos y flexibilidad, conseguimos una relajación profunda. Muy recomendable y acierto en la elección del masaje tailandés, aunque el masaje estrella de la temporada es el 'Look Pra khob'.

Tras una cena en In Black, un restaurante de cocina internacional, y un cóctel en el Bonsái bar viendo el mar y las palmeras de fondo, volvemos a la habitación. No es necesario salir en todo el día de este hotel de cinco estrellas en absoluto. Todo lo que puedas desear está entre sus 'cuatro paredes'.

Por la mañana toca volver ala rutina, pero alargamos leyendo un rato en una de sus múltiples terrazas envueltas en la vegetación, esto no puede terminar. Aunque la sensación de poder volver cualquier fin de semana aminora la pena del regreso a Madrid. Porque lo mejor de este resort, el Asia Gardens, es que se sitúa en Finestrat, en la cálida costa de Alicante. Sin largos vuelos y horas de espera en aeropuertos, sin pasaporte? Pero con la sensación de transportarse al sudeste asiático, mimándote los cinco sentidos.

Porque al igual que en la conocida obra literaria El paraíso en la otra esquina? a veces buscamos la felicidad en rincones remotos del planeta cuando puede estar a tan solo unos kilómetros. Al menos, mientras dure la estancia en este hotel Barceló Gran Lujo cuyo olor y recuerdo le perseguirá varios días y provocará una depresión postvacacional imaginable. Lo mejor para remediarlo, volver, para algo está tan cerca. Un sueño asiático en el Mediterráneo.

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