Status

El cerebro de Louis Vuitton es el hombre más rico de Francia

Bernard Arnault es el hombre más rico de Francia. Imagen: archivo

Bernard Arnault, el dueño de un imperio de sueños, tuvo que desmentir que iba a solicitar la nacionalidad belga y trasladar su inmensa fortuna ante las medidas fiscales de Hollande. El hombre más rico de Francia sigue al frente de un imperio en el que el 90 por ciento de sus ventas se hacen fuera de territorio galo.

Es el rey a la hora de congregar lo más selecto en la primera fila, el cerebro de Louis Vuitton y el hombre más rico de Francia. Especialista en la compra de marcas con salud de cuidados intensivos y capaz de llenarlas del vigor que un día tuvieron. El dueño de un imperio repleto de joyas, alta costura, champán, euros y sueños. Cada paso que da Bernard Arnault es observado por analistas, por la competencia, por la prensa. Quizá por eso el rumor de que se llevaría su dinero a Bélgica ha sido portada de más de un medio. El lobo de cashmere, como lo apodaron durante su guerra por Gucci, ha vuelto a hacer ruido.

Hace poco, The Times publicaba la crónica de la segunda colección de alta costura para Christian Dior de Raf Simons. Por supuesto, ahí estaban para ver el resultado las actrices Sigourney Weaver, Isabelle Huppert y Jessica Alba, así como la princesa Charlene de Mónaco y Valérie Trierweiler, que sin duda forman una de las parejas más peculiares de todo París, dado que el esposo de la primera cobija a los ricos mientras la pareja de la otra está totalmente resuelto a castigarlos con un superimpuesto del 75 por ciento.

La importancia de esta pareja de damas no es algo banal. El rumor se desató cuando Libération publicó la noticia de que que el hombre que se sentaba entre las dos mujeres en el espectáculo, Bernard Arnault, había transferido su fortuna de 6.500 millones de euros a una sociedad belga. Se trata en parte de una estructura diseñada para limitar el riesgo de desavenencias entre sus cinco hijos en caso de su fallecimiento. Una fundación, también en Bélgica, pero presidida por un ex ministro francés de finanzas, controlará el Groupe Arnault, su grupo, hasta 2023, fecha para la que Arnault espera que sus vástagos se hayan puesto de acuerdo en su sucesor. Pero el propio Arnault se encargó de desmentir una supuesta petición de nacionalidad, recordando que los más de 1.000 millones de euros que paga de impuestos es una cantidad ejemplar, teniendo en cuenta que el 90 por ciento de las ventas de su grupo proceden de fuera de Francia.

Nunca está de más recordar de quién hablamos. Este hombre de 63 años es presidente, director ejecutivo y accionista mayoritario de LVMH y el hombre más rico de Francia, propietario de más de 60 de las marcas de lujo más famosas del mundo. Arnault controla Christian Dior, Pucci, Givenchy, Céline, Loewe, Kenzo, Donna Karan y Marc Jacobs, así como el fabricante de zapatos Berluti y el fabricante de camisas británico Thomas Pink. Pero hasta esto no son más que menudencias en comparación con Louis Vuitton, la megamarca mundial responsable del 37 por ciento de las ventas de LVMH, así como de la mayor parte de sus beneficios. Si hay una recesión global, nadie se lo ha contado a LVMH: entre junio y septiembre del año pasado declaró unas ventas de 5.700 millones de euros, lo que supone un incremento del 18 por ciento.

No sorprende que Arnault dijera en un documental para televisión el año pasado que con LVMH se sentía como un embajador de los valores que representan la civilización, la cultura y la imagen de Francia. Nació en Roubaix, cerca de la frontera con Bélgica. Empezó a trabajar en la compañía inmobiliaria de la familia antes de marcharse a Estados Unidos. Con 35 años volvió a Francia y convenció al gobierno socialista para que le dejara quedarse con Boussac, un fabricante textil. Vendió la mayoría de sus empresas, pero se quedó con Christian Dior, que se convirtió en los cimientos sobre los que construyó LVMH. Su estrategia fue brillante. Su estilo, prusiano y para muchos sin escrúpulos. La periodista Dana Thomas explica en su libro Deluxe cómo, después de hacerse con el control de Boussac pese al desacuerdo de la familia fundadora y sus dueños, en menos de cinco años despidió a 8.000 trabajadores y vendió activos por valor de 500 millones de euros. Otro de los rasgos que definen su gestión fue prever la importancia del mercado asiático para las marcas. Utilizó Francia y Europa -y los valores que ello implica- como base para vender en esos mercados, que empezó a cortejar de manera asidua mucho antes que muchos. Arnault empezó comprando una participación de LVMH en 1987, cuando colapsó el mercado de valores.

Aunque no todos sus objetos de deseo se han conseguido con igual facilidad. En 2001 perdió la guerra de los bolsos por el control de Gucci. Actualmente se encuentra enfrascado en una batalla con la familia Hermès, a quienes conmocionó en 2010 al revelar que tenía una participación del 17 por ciento en su empresa. Los dos bandos acabarán en los tribunales. "Es un barajador de activos, un saqueador, un Donald Trump francés", afirmó un ex empleado de Louis Vuitton, mientras que, por su parte, Patrick Thomas, director ejecutivo de Hermès, equiparaba las acciones de Arnault a la "violación de una bella mujer". Pero quienes le conocen y han trabajado con él, hablan con respeto de un hombre cuya perspicacia comercial es equiparable, cosa inusitada, a su capacidad de comprender el proceso de diseño. Arnault no sólo es consciente de las necesidades comerciales de sus marcas de moda, sino también, cosa crucial, de sus necesidades creativas.

Pero no nos andemos con rodeos: puede que los diseñadores de moda sean el alma de la industria de la ropa, pero no siempre son fáciles de tratar. Su hijo Antoine, en una entrevista el año pasado, dijo que lo más importante que había aprendido de su padre era la capacidad de comunicarse bien con los diseñadores, y que eso era la destreza clave en el negocio de la moda. "Los diseñadores no son artistas. Puede que tengan el talento de los artistas, pero si quieren trabajar de esa forma deberían pintar o esculpir. Aquí trabajan en una empresa y necesitan instrucciones. Eso es lo que mi padre hace tan bien. Le he visto hacerlo en innumerables ocasiones y me siento verdaderamente inspirado por ello".

Antoine Arnault también aludió a John Galliano, quien después de 15 años fue despedido de Christian Dior por falta grave de conducta. "Al final mi padre no podía cruzar palabra con John Galliano, era imposible: no escuchaba nada. En ese punto, colapsa". Algunos dicen que un jefe más benigno se habría dado cuenta de los presuntos problemas de adicción de Galliano y le habría ayudado o, al menos, le habría ayudado a aliviar la presión de tener que diseñar seis colecciones al año. Otros alegan que Arnault se mostraba tolerante mucho después del momento en que la mayoría de los jefes habrían perdido la paciencia.

La orientación que Arnault le dio a Marc Jacobs también ha sido hábil. Despedido de Perry Ellis tras su tristemente célebre aunque brillante colección grunge, Jacobs no siempre fue el chico de oro de la moda. También él tiene un pasado con problemas de adicciones, pero Arnault siempre le ha ayudado. Gran parte del motivo por el que Louis Vuitton tiene tanto éxito es que parece que a Jacobs le hubieran dado rienda suelta, muchas veces para diseñar colecciones y poner espectáculos en escena con unos costes de producción que muchos propietarios habrían rechazado. El espectáculo de Vuitton del pasado otoño transformó un gran patio del interior del Louvre en un cubo modernista, con un escenario diseñado por el artista Daniel Buren que incluía cuatro escaleras mecánicas construidas para la ocasión. El espectáculo de la pasada primavera incluía un tren a vapor, y el anterior un carrusel de feria. Puede que los millones de euros que cuestan estas empresas parezcan excesivos, pero el espectáculo que producen garantiza el impacto mundial, tanto en prensa escrita como online. Arnault entiende que es necesario destacar entre el saturado mercado de los productos de lujo de hoy. Hay que ofrecer algo que no sea simplemente mejor que lo de la competencia, sino lo mejor del mundo.

Bernard Arnault ha estado adiestrando con entusiasmo a sus hijos para su sucesión. Su hija Delphine, de 37 años, trabajó de adolescente como vendedora en una boutique de Dior antes de ostentar cargos en Loewe y Pucci: actualmente es directora de Dior. Su hijo Antoine, de 35 años, es presidente-director ejecutivo de Berluti y un jugador profesional de póquer que estudió administración de empresas. Lleva participando en el negocio familiar desde que tenía 12 años. "Pasábamos todos los fines de semana en tiendas, hablando de marcas". Tiene otros tres hijos de 20, 17 y 14 años. Demasiado pronto para decir si trabajarán en el negocio, pero sería difícil resistirse a sus encantos. Al lobo de cashmere cuesta decirle no.

WhatsAppFacebookFacebookTwitterTwitterLinkedinLinkedinBeloudBeloudBluesky