
Mientras la crisis resiente los bolsillos de la industria constructora en España, al otro lado del Atlántico, los antiguos dueños de la casa que perteneció a Versace presumen de la envidiable inversión imobiliaria que realizó su primer propietario veinte años atrás: un lavado de cara a Casa Casuarina, la mansión que compró en 1992 por 10 millones de dólares, ha multiplicado su valor prendiéndole una etiqueta actual de 125 millones de dólares.
No obstante, el motivo de esta revalorización no son tanto los 33 millones que invirtió el diseñador renovando la decoración con mosaicos de lujo o láminas de oro, sino el hecho de que éste fuera asesinado a las puertas de su casa en 1997. Quizás fuera esta tragedia morbosa, que le otorgó un aire adicional de escenario de Cluedo, lo que llamó la atención de un pujante, Peter Loftin, tres años más tarde y lo que le hizo ofrecer por ella 20 millones de dólares en una subasta. Después de utilizarla personalmente durante varios años, la abrió al público en 2009 tras explotar la usabilidad de sus más de diez habitaciones y aún más numeroros baños y convertirlaa en una boutique-hotel cuyo plato estrella es su amplio restaurante, que hará las delicias de los gourmets. La casa marca Versace busca nuevos propietarios, lo que parece difícil. Pero más complicado les resultará a ellos buscar una compañía de seguros que no tenga miedo de amparar esta bomba económica.
En este lujoso y repentino mercado inmobiliaro, que pone el punto de mira en Miami, sobresalen otros dos gigantes que si bien se han mostrado más pragmáticos a la hora de fijar un precio acorde a la realidad actual (12 y 37,5 millones de dólares cada uno, si no surge una oferta mejor) rivalizan con su predecesor en amplitud y belleza. Son las casas del recientemente fallecido diseñador iraní Bijan Pakzad (famoso por crear modelos para personajes como Barack Obama, Arnold Schwarzenegger, Tom Cruise o Anthony Hopkins) y un ejemplar londinense de la época Victoriana que, después de haber sido reconstruida y redecorada de los cimientos al tejado, ha mostrado finalmente el diamante que se escondía bajo los escombros.
La antigua propiedad de Pakzad en Beverly Hills es una mansión de estilo toscano, con seis habitaciones y el doble de baños, y siete chimeneas repartidas por toda la vivienda con el fin de contar con una fuente de calor natural en los meses de invierno. Cuenta con un garaje de grandes dimensiones en el que se puede aparcar cómodamente dos docenas de coches, una casa de invitados adherida al domicilio principal, piscina particular y spa privado.
La segunda tiene un estilo completamente opuesto: situada en uno de los barrios más exclusivos de la capital británica, ocupa por sí sola la segunda planta entera de un edificio. Aunque el lifting arquitectónico al que fue sometida se realizó cuidadosamente con el fin de conservar el esqueleto de su estética victoriana, el plano final de la vivienda se diferencia notoriamente del original: con siete habitaciones, baños y vestidores diferenciados para hombres y mujeres, una pequeña sala de teatro o producción de películas, una sala de masaje y una piscina con cascada, apenas se reconoce en tanto lujo la esencia revolucionaria que marcó la época victoriana y que luchaba por impulsar la clase media, paliar las desigualdades que existían con la aristocracia y frenar sus caros antojos.
Ironías de la vida.
(imágenes: www.online.wsj.com)