
Fueron bautizadas con el nombre de la diosa romana del amanecer y, en culturas aún más antiguas, fueron consideradas serpientes celestes o dragones. Por A. Caro
Hoy sabemos que no; hoy sabemos que son un efecto luminiscente producido a altitudes de más de 100 kilómetros y causadas por partículas electrónicamente cargadas procedentes del sol. Se forman pantallas multicolores cuando diferentes gases atmosféricos se agitan con el viento solar. Sin embargo, aún desnudadas de todo su sentido mítico, siguen causando la misma fascinación que antaño.
Las auroras, australes en el hemisferio sur, boreales en el norte, siguen concitando en torno a su derroche de color, las miradas de cientos de visitantes, sobre todo en otoño, y en especial, en el mes de noviembre.
Su aparente sencillez las hace aún más fascinantes. Una suerte de filo en el horizonte que con sus coloridas puntas, parece querer hendir fríamente el cielo y sólo silencio, un inmenso silencio, en todo el alrededor. Su luz es capaz de iluminar la oscuridad cerrada de una gran extensión de campo nevado, e incluso es utilizado por los esquiadores para encontrar el camino de vuelta a casa.
Cazando auroras
Su avistamiento parece algo que sólo puede darse muy pocas veces en la vida, si no una. Sin embargo, cada vez son más las personas que, ante la impresión que les generó el verlas por primera vez, se han convertido en auténticos cazadores de auroras boreales y pasan cientos de horas nocturnas, abrigados hasta las cejas y con la vista puesta en el cielo de Laponia, la región más septentrional de Finlandia y la mejor paraverlas.
Andy Keen es uno de ellos. En el año 2009 le diagnosticaron una enfermedad neurológica y su escala de prioridades cambió. Tras ver un documental en la televisión sobre las auroras boreales, se decidió a no verlas ya más a través de una pantalla. Desde entonces, es uno de los cazadores de auroras con más horas bajo el cielo finlandés.
Como todo lo que es especial y deja atónitos a todos los sentidos, el avistamiento de auroras no es sencillo. Requiere ir siempre acompañado de un guía, no sólo que conozca la zona, a menudo tras tupidos bosques y siempre intrincada, sino que además tenga experiencia en el avistamiento de auroras. Si no, en vez de una impresión imborrable, podría llevarse una gran decepción. Pero aún con un especialista dirigiendo la operación, hay algunos consejos que merece la pena anotar, pues son el vademécum de la caza de auroras. Los ofrece Keen. Ir siempre hacia el norte, pues en Laponia, las auroras son visibles, como mínimo, cada dos noches, mientras que en regiones más al sur, éstas sólo pueden ser vistas 10 o 20 noches al año. Mirar a las estrellas es otro de los trucos esenciales.
El avistamiento de auroras no es un espectáculo programado, como si fuera una función de teatro. Por eso, es importante mantenerse al aire libre, porque pueden surgir nada más anochecer o con el amanecer pugnando ya por salir. El abrigo tendrá que ser tupido y preparado para soportar las bajas temperaturas. Además, por lógica, habrá que buscar la mayor oscuridad posible y alejarse, por tanto, de edificios y reflectores. Una llanura de gran extensión y alejada de los centros urbanos, es el escenario ideal.
Junto con todo, el Instituto Meteorológico de Finlandia ha creado una aplicación de alertas, Auroras now!, que tras suscribirte a ella, te remite al correo electrónico alertas en las que se explican las condiciones magnéticas del cielo que hacen posible el surgimiento de auroras.