
Carlos Abellán jamás se ha conformado con su suerte. Ni con haber sido quien introdujo en un ámbito metropolitano (Barcelona) las tapas de autor en Comerç 24, ni con haber inaugurado (prácticamente al unísono de Albert Adrià) el boom de la tapa tradicional de altura en Tapas24. En su mente inquieta siempre bulle algún futuro por atrapar; y uno de ellos es la 'cocina de Barcelona', un concepto que, aunque parezca mentira, se halla en territorios muy vírgenes.
Porque, ¿qué es la cocina de Barcelona? ¿Existe en realidad? Carlos anda con esta demostración junto con la historiadora y gastrósofa Núria Báguena. Llevan ya dos años tirando hacia atrás, hacia el principio de la historia de la ciudad. Fruto de este trabajo es no sólo un organigrama gigante que decora su despacho, sino las primeras elaboraciones surgidas de la exploración.
Aunque, vamos a ver "Estamos en Suculent, el último restaurante (en realidad, 'casa de comidas') de Carlos, junto a su entusiasta socio Javier 'Coto'. Nos ubicamos en pleno Raval, en la Rambla, un óleo arrebatado de colores, nacionalidades y aromas afortunadamente recuperado para la ciudad con toda su riqueza ambiental.
¿Casa de comidas? Sí: una de las tradiciones de la Barcelona culinaria fue la fonda 'pobre', la llamada dels sisos ('de los seises'), en contraposición con las de 'duro' (la moneda de cinco pesetas), obviamente para ricos, puesto que los seises se referían a seis partes de una peseta. Ahí reside, pues, una de las líneas argumentales de la 'cocina de Barcelona', la popular, la casera, la posible.
Y ahí se ha lanzado Carlos con el ex Bulli (y muy agudo)Toni Romero. La liaison ha funcionado. Y Suculent, a pesar de su idea fundacional, es todo un culto.Mesas de madera irregulares, barra de mármol, ambiente doméstico y, los findes, rumba catalana en directo.
Mientras, los comensales 'fuerzan la máquina de noche y de día' con una carta sin desperdicio. Boquerones marinados con su raspa; tartare de atún rojo con pan sardo; ceviche de gambeta roja; caballa en escabeche; alcachofas del Prat con cecina, mollejas y mayonesa de trufa; ortiguillas gaditanas; mejillones a la plancha con alioli 'borde' (cortado); croquetas de rabo con trompetas de la muerte (cremosidad inverosímil); cap i pota con piñones; guisantes del Maresme con sepias, jamón y butifarra negra; morro de bacalao con caracoles (origen árabe); costillar ibérico con ras el hanout; fresones con mató trufado y miel; pastel de brie 'Una locura de suculencias' Y suenan entonces ecos de un Gato que no 'se vendía barato'.