Hemos vivido unos años de apogeo del brunch (breakfast + lunch) pero parece que esta fórmula está a punto de morir de éxito. Ahora lo más cool es quedar para merendar.
El brunch se puso de moda hace ya unos cuantos años en la gran manzana (como tantas otras cosas).
De repente era una genialidad darnos unas buenas comilonas a horas tempranas del día, en establecimientos bonitos y con un cóctel en la mano. Como ocurre muchas veces con las modas, tras un período de masificación del brunch por todas partes, parece que tenemos un nuevo momento favorito del día para nuestros encuentros gastronómicos: vuelve la merienda- cena.
Si lo pensamos, ya que en general nos gusta tanto lo vintage, es un concepto que tenía que volver. El hábito de la merienda está directamente asociado a nuestra infancia, incluso a celebraciones preadolescentes (convites cumpleañeros, por ejemplo). Por otra parte, también hay cierta tendencia (apoyada además por algunos cocineros y críticos gastronómicos) a adoptar un estilo más europeo y adelantar un poco la hora de la cena. En algunos países lo han denominado ya drunch (dinner + lunch), pero nosotros tenemos nuestra característica denominación merienda-cena.
Lo que más triunfa en este momento es la tradicional merienda de bollería y dulce casero (bizcochos, tartas) o bien la versión salada con quiches, sándwiches y bocadillos. Siempre acompañados de exquisitos tés o cafés, o por qué no con un buen vino o cóctel.
Los lugares de encuentro casi siempre son cafés con encanto, y cada vez más, vemos cómo otros establecimientos se adaptan a esta moda de la merienda, como ocurre por ejemplo con las librerías que ofrecen la posibilidad de hacer auténticas meriendas literarias, o incluso galerías de arte. Es el caso de locales como Babelia, books & coffe o la Galería Cosmo en Barcelona, y La Fugitiva, La italiana o Tipos Infames en Madrid. Buena compañía, cultura y gastronomía vespertinas: no hay nada más cool en estos momentos.
