El mundo profesional y el mundo personal en realidad no están tan lejos. Fuera de unos pocos convencionalismos que tienen que ver con el atuendo, el vocabulario y algún ritual que otro, tanto a un lado como al otro de la frontera que separa ambas esferas lo único que hay son personas que viven vidas. Personas que tienen pensamientos y emociones y que se relacionan con otras. Y esas relaciones, en el fondo, siguen los mismos principios tanto en el ámbito profesional como en el personal.
Hoy, más que nunca, las relaciones importan. Y las relaciones de verdad, incluso las profesionales, solo se construyen a largo plazo. A menudo se observa cómo una mal entendida cultura de la marca personal o una peor comprendida concepción de la venta y los resultados hacen que los profesionales se precipiten y destruyan posibilidades cuando deberían estar construyendo relaciones.
Así, aspectos aparentemente básicos como son la puntualidad o el cumplimiento de los compromisos, aunque sea los más simples, son frecuentemente olvidados por algunos profesionales. No empezar una relación intentando vender, escuchar a quien habla, o decir “lo siento” y “muchas gracias”, son estrategias tan simples como en ocasiones desconsideradas en el terreno profesional.
Construir una relación es una de las habilidades imprescindibles del saber estar profesional. Y lleva tiempo. Y esfuerzo. Gran paradoja para un mercado cortoplacista que, a veces, intenta construir valor pasando por alto que los seres humanos son emocionales y, sobre todo, sociales.