Una de las dimensiones importantes de esa competencia que podría llamarse saber estar es la de adoptar de manera constante el rol profesional que se desempeña en la empresa. Una mal entendida cultura del “ser uno mismo”, o un entrenamiento profesional superficial, lleva a muchos profesionales a dejarse llevar por sus pensamientos y emociones conduciéndose exactamente como lo harían en su vida personal. Es más que evidente que la autenticidad es una aspiración natural en cualquier relación, profesional o no. Sin embargo, de la autenticidad al abandono del rol hay una larga distancia.
Así por ejemplo, el control emocional es una de las cualidades que más pueden ayudar a los profesionales a mantenerse en su rol. Ante un momento difícil, un conflicto o una situación delicada, mantener la serenidad más allá de lo que cualquiera haría en su vida personal es una clave imprescindible del saber estar. Una destreza que ha de aplicarse en la inmensa mayoría de las ocasiones con los compañeros, más aún con los proveedores, y siempre con los clientes.
De igual forma, el silencio y la observación atenta son cualidades imprescindibles del saber estar. Sobre todo en los nuevos contextos, en los que hay una mayor diversidad a todos los niveles. Cada organización y entorno tiene sus códigos, pautas y protocolos. Y muchos de ellos no son explícitos. Prestar la debida atención para captarlos y conducirse adecuadamente forma parte de esta habilidad clave que es el saber estar. Siempre será mejor callar algo conveniente que decir algo inconveniente. Y desde luego siempre será mejor el exceso de prudencia que cualquier dosis, siquiera mínima, de imprudencia.