Para rendir mucho no solo hace falta ajustar adecuadamente el ritmo de trabajo y descanso de forma que nunca llegue el agotamiento, sino que el organismo entero esté en sintonía con el esfuerzo que le pedimos. Contrasta de manera sorprendente la reiterada queja por cansancio y estrés que muestran la mayoría de las personas con el hecho de que el prime-time televisivo cada vez se retrase más. Una investigación ya ha dicho que los que son naturalmente madrugadores son más felices. El motivo es bien simple, y es que su ritmo vital encaja de manera armónica con el horario social. La mayoría de las personas nocturnas tienen igualmente que entrar a trabajar a primera hora de la mañana, con el consiguiente cansancio y a veces mal humor que la falta de sueño con frecuencia provoca.
Las recomendaciones básicas sobre la salud están escritas en todas partes y no son cosas en principio difíciles de recordar o cumplir: alimentarse bien, hacer algo de deporte, y dormir lo suficiente. Por ejemplo, un estudio publicado hace más bien poco (llevado a cabo con más de cuatrocientas mil personas) puso de manifiesto que una actividad física de tan solo noventa minutos a la semana, o quince minutos al día, puede implicar una reducción del catorce por ciento en el riesgo de morir por todas las causas, y un aumento de tres años en la esperanza de vida. Sin embargo, en muchísimos casos el ser humano muestra una sorprendente y tozuda tendencia a irse a la cama pasada la media noche, a no desayunar y a considerar que si sigue la liga en la televisión su vida ya está suficientemente conectada al ejercicio físico.
La teoría la conocemos: hace falta pasar a la acción.