En contra de lo que mucha gente piensa nuestras emociones no surgen espontáneamente, sino que a menudo son consecuencia de nuestros pensamientos, concretamente de aquellos destinados a evaluar lo que nos pasa.
Cuando pensamos que los acontecimientos son tremendos, dramáticos, espantosos o terribles, en esa misma medida estamos introduciendo estrés en el sistema y consecuentemente provocando ansiedad. Dice Maurer que al experimentar una reacción de miedo el córtex, donde está todo lo que nos hace específicamente humanos, se desconecta y ello nos impide pensar con sensatez.
Evidentemente ningún acontecimiento varía por el hecho de que lo veamos de una manera u otra, pero pensar en positivo hace que la ansiedad no se dispare y por tanto nos coloca en una situación de mayor claridad y energía a la hora de resolver cualquier problema que aparezca en nuestro camino.
Nos pase lo que nos pase, el primer objetivo siempre es mantener la calma.