Vivienda

Joyas de la arquitectura española en venta (I): la casa Levene en El Escorial

    Fotografías © Hisao Suzuki. Cortesía de The Sibarist

    Pedro Torrijos

    No queremos vivir en una buena casa porque ni siquiera sabemos lo que es una buena casa. Porque no sabemos lo que es la buena arquitectura. Ya lo he repetido alguna otra vez: nos encantaría tener unos zapatos de Manolo Blahnik o un Patek Philippe o un Lamborghini, pero casi nunca soñamos con vivir en una joya de la arquitectura. A la mayoría de la gente le acaba dando igual el espacio, la altura libre o el estudio del soleamiento. Todo lo más, que la casa no tenga goteras y que se ajuste a sus posibilidades económicas, lo cual está muy bien, claro.

    Lo malo es que la gente de enormes posibilidades económicas también se rige por estos deseos y termina pasando lo que pasa: que muchas de las personas más ricas viven en unas mansiones espantosas. En monumentos al mal gusto llenos de columnitas, esculturas de angelotes y balaustradas pertenecientes a un fotograma de "Lo que el viento se llevó". Y los que no tenemos ese dinero, como no nos enseñan otra cosa, acabamos asociando el lujo a la horterada manifiesta. No queremos vivir en una buena casa, queremos vivir en la casa de los famosos.

    Es una lástima, porque el altavoz que tienen precisamente esos famosos podría servir para que el público conociese otro tipo de arquitectura más inteligente, más adecuada para vivir, más respetuosa con el ser humano y con el entorno. En definitiva, mejor arquitectura. Sobre todo cuando resulta que hay ejemplos de esta arquitectura que se encuentran a la venta. Uno de ellos es la casa Levene. 

    Construida por el estudio No.mad de Eduardo Arroyo entre 2002 y 2005, la casa toma el nombre de Richard Levene, su primer propietario y también arquitecto. Enclavada una ladera boscosa junto al Monte Abantos de El Escorial, la casa se convirtió enseguida en una de las piezas más premiadas de la arquitectura reciente española. Primer Premio International Aluminair de 2007, seleccionada para la muestra "Best architectural design" del Brit Museum of Design en 2008 e incluida en la exposición "On-Site: New Architecture in Spain" que el MoMA de Nueva York albergó en 2006.

    Fotografía © Hisao Suzuki. Cortesía de The Sibarist

    "Un antibosque"

    Pero los premios, que sí suponen un enorme reconocimiento profesional, no tienen por qué significar demasiado. Para entender la verdadera importancia de la casa Levene hay que fijarse, sobre todo, en su disposición en el solar. Porque, en realidad, la obra no está enclavada en el terreno, sino que se despliega entre el bosque. En palabras de Arroyo: "Un antibosque".

    En efecto, la pauta inicial del proyecto suponía dejar intactos el mayor número de árboles preexistentes, haciendo que la pieza ocupase justo el espacio que quedaba entre ellos. De alguna manera, Arroyo se enfrentaba al solar con el mismo respeto que José Antonio Coderch había tenido en la casa Ugalde, obra maestra de la arquitectura española construida en 1951 en el Maresme barcelonés: midiendo las distancias, los diámetros de los troncos y el porte de las copas para que, una vez fijada la posición de los árboles, la construcción serpentease entre ellos sin tocarlos.

    Según Eduardo Arroyo, solo se talaron siete pinos que ya estaban enfermos, y fue a partir de ese momento cuando el proyecto comenzó a definirse. Así, la casa se conforma a partir de un estrecho núcleo central del cual se tienden tres brazos irregulares que avanzan ladera abajo. Esta decisión tan sencilla pero tan firme crea una sucesión de espacios mixtos entre cada brazo, donde el bosque y la arquitectura se confunden.

    Además, como la normativa exigía que los tejados fueran de pizarra pero la intención de la casa era no distinguir entre fachadas y cubiertas, sino generar un volumen continuo, todo el exterior de la vivienda se cubrió de basalto negro que, con las lluvias, produce una serie de reflejos que mimetiza aún más la arquitectura con el entorno natural.

    Fotografía © Hisao Suzuki. Cortesía de The Sibarist

    Podría hablar de los estudios de soleamiento que dispusieron los dormitorios, el salón o la cocina en el lugar más adecuado dentro de esos brazos. También se podría citar el sistema de semiplantas fraccionadas que conforman los espacios como eficaz mecanismo para remontar suavemente la ladera o incluso los materiales sencillos y honestos como el policarbonato o las resinas epoxi que iluminan los interiores en un juego multicolor.

    Pero esas características siempre estarán subordinadas a la decisión generadora de toda la casa, la que la convierte en una pieza formidable y que se ve a simple vista: que la arquitectura no se imponga sobre el territorio y ni siquiera se coloque en él. Que la casa nazca desde el propio terreno.

    Diez años después de terminada, la casa Levene se encuentra a la venta por un millón y medio de euros. Según los constructores, es incluso menos de lo que costó levantarla. Y no parece una afirmación de cara a la galería: la vivienda tiene 490 m2 bajo un complejo diseño de fachadas y cubiertas facetadas, se construyó enteramente con junta seca in situ?es decir, sin una gota de hormigón ni cemento y sin usar un solo ladrillo?, y además, al mantener un respeto máximo a los árboles preexistentes, la cimentación se realizó mediante un método de micropilotes de apenas unos centímetros de diámetro que no interfirieran en las raíces y ni siquiera en el trayecto de los acuíferos que las alimentan.

    Es más, si en lugar de levantarse en San Lorenzo del Escorial, la casa estuviese en alguna urbanización de lujo como la Moraleja, costaría tres o cuatro veces más. Porque, de hecho, tampoco tiene grandes lujos convencionales, más allá de una pequeña piscina cubierta. No hay mármoles ni oropeles ni columnas ni griferías de oro. Solo hay espacio y territorio.

    Pero con todo, un millón y medio de euros no es una cantidad al alcance de cualquiera. Ni sabiendo las particularidades de su construcción ni apelando a que se trata de una obra multipremiada o una casa de autor. Al fin y al cabo, en arquitectura, la autoría siempre es menos importante que la propia calidad arquitectónica. Lo importante es la belleza y la capacidad que la casa tenga para hacernos felices. Para hacernos vivir mejor. Y en eso, la casa Levene va más que sobrada.

    Y ahí es donde reside la magnitud real de esta obra. En que no depende de estar en una lujosa urbanización ni de ser propiedad de un futbolista famoso o un cantante de moda. Su valor es el de su arquitectura, y esa manera de entender la arquitectura es aplicable en una casa de 500 m2 de 1.5 millones de euros, a una vivienda unifamiliar de 150 m2 que cueste 200.000, e incluso a un apartamento de 40 m2 con una reforma de 30.000.

    Solo hay que conocerla para darnos cuenta de que hay otras maneras de vivir. Y que un chalet adosado de ladrillo convencional con cubierta convencional y ventanas convencionales cuesta lo mismo que una vivienda mejor, pero solo conduce a una vida convencional.

    Fotografía © Hisao Suzuki. Cortesía de The Sibarist