Turismo y Viajes

Viajar con los cinco sentidos



    Para nosotros, El Guisante Verde Project, el viaje es sinónimo de aprendizaje. Algo que comienza ya antes de partir, continúa mientras viajamos y no termina con la vuelta a casa. Ryszard Kapuscinski, en "Viajes con Heródoto" lo explica así:

    "Con cada nuevo título hacía un nuevo viaje a aquel país; me acordaba de los lugares que había visitado y descubría un nuevo fondo y los nuevos aspectos en aquello que antes me había parecido que ya conocía, a cada momento se abrían ante mí nuevos sentidos de las cosas.

    (...) descubrí que viajes semejantes se podían alargar, repetir y multiplicar leyendo libros, estudiando mapas, contemplando cuadros y fotografías."

    Además de la cura de humildad que supone realizar un viaje, estar en contacto con otras culturas y otras realidades, implica, al menos así lo vemos, una auténtica revolución para nuestros sentidos, en ocasiones un tanto adormecidos por la rutina que nos acosa en nuestro día a día. Viajar supone despertar, salir de lo cotidiano, reflexionar sobre lo que vemos, apreciar y valorar otros puntos de vista, comprender que el tiempo no transcurre de igual manera en todas partes, integrarse (aunque sea algo pasajero) en otra sociedad, olvidar la prisa, y para eso es necesario viajar con los cinco sentidos.

    Algo que parece evidente, y sin embargo no siempre es así, porque en ocasiones los viajeros "apagan" alguno de sus sentidos ante una realidad que, por diversos motivos, no les resulta atractiva.

    Aunque paisajes como los Alpes Suizos o los Parques Naturales del Oeste de Estados Unidos reúnen todo aquello que nos gusta, nos parece que es en el sudeste asiático donde la estimulación es mayor, como hemos comprobado en varias ocasiones, por ejemplo en nuestro recorrido por Vietnam y las ruinas de Angkor, en Camboya.

    La vista, que se pierde en las montañas de SaPa, y el color de los tejidos de las tribus que las habitan, los caprichosos dibujos de los arrozales. Las columnas y cabezas de Buda que surgen y nos miran entre la maleza en el Preah Khan, o el Bayon.

    El estruendo de las motocicletas en Saigon, el murmullo del agua en la Bahía de Ha Long, los cantos tradicionales en Don Le, o el silencio de las llamadas Pagodas del Oeste en Hanoi.

    Una cocina llena sabores, aromas, color, sorprendentes combinaciones que estimulan nuestro sentido del gusto con sabores y texturas desconocidos, que desafían todas nuestras referencias.

    Los olores que inundan los mercados, algunos en escondidos callejones de la Ciudad Vieja, el Barrio de los Treinta Dos Gremios en Hanoi, las flores de loto en los estanques.

    Los masajes tradicionales, la acupuntura, los tejidos y el cultivo del arroz, la tinta deslizándose sobre el papel siguiendo el curso de los pinceles guiados por manos expertas. Un mundo palpable, para tocar y fijar en nuestra memoria.