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Asma, Rania y Sheikha y otras chicas del montón



    Ahora que los sirios están siendo masacrados. Ahora que todos (o casi todos) sabemos o hemos visto imágenes de la primavera árabe, de la rebelión de ciudadanos hartos no por no tener un piso, sino de pasar hambre, nos damos cuenta de lo frívolos que hemos sido. Señores, no se enfaden, yo la primera.

    A mí también me fascinó la primera vez que vi a Rania de Jordania y su total look de pasarela. Al lujo aspiramos todos. Leí embelesada esos reportajes lisonjeros y esas entrevistas complacientes en las que se alababa su formación universitaria, sus labores humanitarias, su interés por hacer de un pueblo algo mejor. Como todas.

    También recuerdo cómo me chocó la primera vez que ví a la jequesa de Catar, con su turbante a juego con esos maravillosos vestidos largos y ajustados. Y a esa primera dama siria, con su corte de pelo tan moderno, con su cara de no haber roto un plato que algunos venden como "discreto segundo plano".

    ¿Y ahora qué? La señora jequesa y su señor jeque se han gastado 191 millones de euros en un Cezanne. Que está bien esto de gastar dinero porque hay que estimular el consumo, pero en Catar no percibo yo que haya demasiada libertad para las mujeres. Por mucho que dijera Guardiola -el hombre que lo dice todo bien- que "es el país árabe más abierto, más occidental", me gustaría verle si aguanta viviendo allí con su mujer e hijos. Y que luego nos lo cuente.

    La versión que hemos tenido aquí es otra. "Ambos forman un magnífico equipo al frente del país árabe. El presidente como defensor de la paz en Oriente medio... Asma, como la primera dama que lucha por los más desfavorecidos, la igualdad de las mujeres ( en Siria, a diferencia de otros países islamistas, desempeñan un importante papel) y los niños", contaba ¡Hola! en 2002. Y Vogue tuvo que parar una entrevista con ella porque la titulaba Una rosa en el desierto. Madre del amor hermoso. Como si Chanel tuviera la capacidad de tapar las injusticias. ¿Aprenderemos?