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Nacer en un sitio o en otro, no es lo mismo

    Imagen de Thinkstock.


    Cuando tuve a mi hija recuerdo una frase de mi suegro: "Está bien que la gente se emocione con los hijos, pero no os sintáis especiales. Recordad que cada día nacen montones de niños en todo el mundo". A mí en un primer momento me dejó fría, pero enseguida me pareció sensato. Tiene razón, quizá no sea para tanto creerse el centro del universo. Aunque haya tantos como mujeres embarazadas.

    Ahora a la frase de mi suegro le puedo poner cifras. Lo leía en El País Semanal de la semana pasada. "Se da a luz en el mundo a un ritmo frenético: unos 300 niños al minuto, casi 400.000 nacimientos al día", decía el reportaje. Caray, qué de gente haciendo lo mismo.

    Y cuando tuve a la niña en brazos, otra frase sabia: "Tiene suerte de haber nacido en un país como éste". Es decir, occidental, en el que no es del todo fácil ser mujer, pero en el que tu vida no está en peligro, en el que no te obligan a vestir de determinada manera, en el que te dejan conducir, votar, mandar al carajo a tu marido si te da mala vida. Ahora, eso sí, ante notario.

    El reportaje añadía que de esos 300 que nacen al minuto, muy pocos lo hacen en países como éste. Gran parte vienen al mundo en India. Con otra cifra: 1.070 varones por cada 1.000 hembras, cosa que ocurre en ese país y otros pocos más. "En India nacer mujer, -dice el artículo- por cuestiones de costumbre de dote, ya es el primer handicap para mantenerse con vida".

    Tampoco están las cosas fáciles en Afganistán. Un estudio de la ONG Oxfam publicado en octubre recogió que un 87 por ciento de las mujeres afganas afirma haber sido víctima de violencia física, sexual o psicológica o de una boda forzosa. Que se lo digan a la que fue asesinada por su marido porque a la tercera volvió a tener una niña y él esperaba un varón. A este salvaje la vida debería recompensarle con tres hijas absolutamente libres, con formación y vestidas enseñando pierna, si es que les da la gana.

    Quizá no haya motivos para sentirse especial, pero sí afortunada.

    Ángeles Caballero, redactora de elEconomista.