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Y Dios volvió a los ruedos... José Tomás volverá a torear
El José Tomás mortal es raro, introvertido, tímido... Se le puede ver jugando a las máquinas de petaco antes de una corrida importante en el centro de Madrid, y nadie lo distingue.
Flaco, desgarbado, callado, como si tuviera la mente en otro mundo. Y así es. La tiene en el mundo del José Tomás vestido de luces, serio, importante, largo de cuerpo para torear, pero por encima del bien y del mal cuando pisa la arena. Y lo sabe, aunque parezca que no.
Arte vivo
Para demostrarlo, se pone donde nadie se atreve, justo por donde tiene que pasar el toro. "Aquí me tienes -le dice-, tú o yo" y la emoción sube por los tendidos en forma de escalofrío. El toro le ronda la cintura con la muerte al milímetro, le puede arrancar los botones, pero no se mueve. Dobla la muñeca con la izquierda, se ciñe al enemigo incluso con languidez y convierte el momento fatal en algo sublime, arte vivo.
Esa forma de jugarse la vida y ofrecérsela al público, a veces sin necesitarlo, es lo que ha alimentado la leyenda del José Tomás místico e idolatrado. Poco se sabe de su vida privada. Ni falta que hace. Novias, novios... son sólo rumores. Nada importa al aficionado que aprecia el toreo como es debido, con ortodoxia, clasicismo, por delante, de verdad. Mientras toree como si Dios estuviera meciendo su muleta en el ruedo, que haga lo que quiera en la vida terrenal. Eso no importa.
Retirado desde 2002
Su abuelo le enseñó el arte del toreo. Culminó siete temporadas en lo más alto y se retiró en 2002, en silencio, con lentitud, viviendo todo "en torero". Más que de Galapagar, la familia de José Tomás es de Colmenarejo, aunque poco campo hay ya entre los dos municipios.
El de las vacas mansas berrendas de su familia. Lo bravo lo vendió hace poco a otro ganadero de la zona y sólo tiene las reses justas para entrenar. Su padre ha sido tres años alcalde del pueblo, en el que también reside el ganadero Victorino Martín, tío suyo, pero con el que nunca tuvo una relación intensa.
120.000 euros por corrida
La afición quedó medio huérfana, a la espera de conocer el día de su vuelta desde el mismo momento en que alguien dijo que lo dejaba. Ahora cuentan las horas para que llegue el 17 de junio en la Monumental de Barcelona. "No va a cobrar menos de 20 millones por corrida", dicen los que manejan el negocio taurino. "Lo que quiera", dicen los que, además, han disfrutado con su toreo. "Suerte para el apoderado", apuntillan.
No vuelve a los ruedos por dinero ni por poder. Eso lo tiene todo. La incógnita está en si volverá a ser el Tomás impávido que levantaba a la gente de sus asientos. Su vuelta nos ha hecho soñar de nuevo con grandes tardes de gloria. Falta ver si su toreo nos sigue haciendo llorar de felicidad.