Los medicamentos, clave para que vivamos diez años más
elEconomista.es
En España, una persona que nazca hoy tiene ante sí una esperanza de vida de 83 años, diez años más que los nacidos en 1975. ¿Cuál es la razón principal para este éxito en tan poco tiempo? Aunque el progreso de las condiciones socioeconómicas y la promoción de estilos de crecientemente saludables son cada vez más importantes, se ha demostrado que la introducción de nuevos medicamentos es el principal responsable de la prolongación de la esperanza de vida en las sociedades modernas.
De hecho, según la evidencia científica internacional recogida en el reciente informe El valor del medicamento desde una perspectiva social, -elaborado por el centro de investigación en economía de la salud Weber, con el apoyo de Farmaindustria- la introducción de nuevos medicamentos es responsable de hasta el 73% de la prolongación de la esperanza de vida. En concreto, entre 2000 y 2009 se logró ganar 1,74 años de esperanza de vida en los países integrados en la OCDE, de los cuales 1,27 años son una consecuencia directa de la innovación farmacéutica.
En nuestro país, según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), y teniendo en cuenta un periodo más reciente (entre 1994 y 2016) la esperanza de vida al nacimiento en España ha pasado de 74,4 a 80,4 en hombres y de 81,6 a 85,9 en mujeres, situando a nuestro país entre los más longevos del mundo, sólo por detrás de Suiza, Singapur y Japón. Esta tendencia se mantiene, de forma similar, a escala internacional: en el conjunto de la Unión Europea la esperanza de vida al nacer ha crecido una media de tres meses al año desde 1990.
Los expertos tienen claro que, en la primera mitad del siglo XX, la clave de la mejora de la calidad y la esperanza de vida estuvo en las medidas de salud pública e higiene puestas en marcha a partir del conocimiento de la naturaleza de distintas enfermedades infecciosas, como por ejemplo la adecuada gestión de las aguas residuales o el suministro de agua limpia a la población. Después se dejaron notar actuaciones como la mejora en el nivel educativo de la población, el progreso de las condiciones socioeconómicas y la promoción de estilos de vida cada vez más saludables. "Sin embargo, en las últimas décadas las claves del progreso han residido básicamente en el avance imparable de la ciencia médica y la innovación farmacéutica", aseguran los expertos del citado informe.
Vivir más y mejor
De hecho, investigaciones desarrolladas en EEUU ponen de manifiesto que las personas que consumen medicamentos más novedosos "tendrían una mayor supervivencia, una mejor salud autopercibida y menos limitaciones sociales y físicas en sus actividades cotidianas, efecto que sería más notorio cuanto peor es el estado de salud inicial". Además de la esperanza de vida, es en el ámbito de las enfermedades graves y prevalentes donde se puede hablar de una contribución decisiva de los nuevos medicamentos a la salud, que se ha traducido en que en la sociedad moderna las personas puedan aspirar a vivir más, pero también mejor. Tal como relata el principal responsable del informe, Álvaro Hidalgo, presidente a su vez de la Fundación Weber, "los medicamentos nos han ayudado a vivir más y mejor, han contribuido a alargar la esperanza de vida y a mejorar las condiciones de vida de enfermos crónicos, han evitado miles de muertes por VIH/sida al convertirla en una enfermedad crónica con la que se puede llevar una vida prácticamente normal, han aumentado la supervivencia en el caso del cáncer y han incrementado la tasa de curación en hepatitis C gracias a los antivirales de última generación".
"Además -prosigue-, los fármacos han evitado numerosas hospitalizaciones por accidentes cerebrovasculares e infartos, han elevado el cumplimiento terapéutico y elevado la satisfacción de los diabéticos con nuevas formas de liberación de la insulina, hacen posible la remisión de la enfermedad en esclerosis múltiple y artritis reumatoide mediante los tratamientos biológicos, y han reducido la incidencia de muchas enfermedades infecciosas mediante las vacunas".
El informe recoge resultados concretos para una docena de estas enfermedades o grupos de enfermedades que, tal como valora Hidalgo, resultan muy esclarecedores. Por ejemplo, en el caso del cáncer, que supone ya más del 25% del total de muertes cada año en España, los autores del informe señalan que "las mejoras en las tasas de mortalidad y supervivencia por cáncer son el resultado tanto de un aumento en los cribados y el diagnóstico precoz como de la introducción de los nuevos fármacos oncológicos, muchos de ellos con unos innovadores mecanismos de acción". Un indicador clave es la supervivencia a los cinco años del diagnóstico, que presenta resultados muy positivos, sobre todo en tumores infantiles: en pacientes pediátricos, aunque la incidencia de la enfermedad no se ha reducido, la supervivencia a los cinco años supera ya el 70% en España.
En sólo cinco años, entre 2011 y 2016, se pusieron a disposición de los pacientes 68 nuevos antitumorales para más de 22 indicaciones. "Un factor clave en esta transformación -indican los autores del informe- ha sido el uso de biomarcadores predictivos que han permitido la identificación de subpoblaciones" de pacientes, lo que a su vez ha hecho posible un aumento en el número de medicamentos que pueden dirigirse específicamente a ciertos grupos de enfermos, haciendo realidad la llamada medicina de precisión. Esta tendencia seguirá intensificándose en el futuro; no en vano en 2015 estaban en fase de desarrollo más de 800 fármacos y vacunas para varios tipos de cáncer.
Los nuevos fármacos, pues, juegan un papel esencial a la hora de mejorar las opciones de los pacientes, hasta el punto de que los estudios recogidos indican que el 73% de la reducción en mortalidad por cáncer (a tres años) del periodo entre 1997 y 2007 en EEUU es atribuible directamente a los nuevos tratamientos, mientras que el resto se debe a los avances en la detección temprana de las enfermedades.