Burmar, la empresa familiar extremeña que inventó los Flax y las Cantimploras Zumrok y factura seis millones al año
- Evaristo Burgueño Martín fundó el negocio en los 70 en casa de sus abuelos
- Ahora sus hijos han seguido sus pasos e internacionalizado la producción
- Normal, el Primor danés, anuncia la apertura de su primera tienda en Madrid
elEconomista.es
Una figura clave en la infancia de cualquier niño es la de los dulces, alrededor de los cuales se crean liturgias que después se recuerdan con el paso de los años. Es por eso que, cuando nos hacemos adultos, rememoramos con cariño cuáles fueron nuestras golosinas favoritas, cuáles fueron las que ocuparon un lugar en nuestra niñez. Aunque cada vida es un mundo, un dulce es conocido por muchísimas personas: los polos Flax.
Son un dulce que se vendió en las tiendas de ultramarinos desde los años 70 y que se ganó un hueco en el corazón de muchos niños (y no tan niños): un polo alargado y delgado, dentro de un envoltorio de plástico, de sabores tradicionales como limón, fresa, naranja, cola...un recuerdo de la infancia, de los ratos de juego en el pueblo o en el barrio, de esos veranos en los que simplemente había que disfrutar del tiempo libre hasta la vuelta al colegio.
Tras este polo Flax se encuentra Burmar, una empresa familiar extremeña que desde hace ya varias décadas se ha convertido en una de las principales del sector tanto en Extremadura como en España y que actualmente factura seis millones de euros al año.
El origen de Burmar
El kilómetro cero de Burmar se encuentra en 1973, año en el que Evaristo Burgueño Martín decide darle una vuelta a los polos que su familia (que tenía una fábrica de hielo) ha vendido durante décadas en su Talarrubias natal, en una provincia de Badajoz donde los veranos son inmisericordes. Lo hace después de estudiar en Madrid y ver que algunos helados se venden envueltos en plástico, y de ahí toma la idea de lo que será un producto que no solo cruzará los límites de su pueblo, si no los de España.
La aventura comienza en casa de su abuelo, en la que empieza a fabricar golosinas líquidas que después se pueden congelar y a las que da ese nombre tan extraño en un primer momento, Flax, que viene inspirado por el superhéroe de cómic Flash Gordon. Es así como nace la idea de comercializarlos junto a un superhéroe en su envasado, y como empieza la andadura de Burmar (por Burgueño y Martín, los apellidos de Evaristo), tal y como recogía El Español en este perfil de 2020.
La primera fábrica de Burmar fue en el piso de arriba de la casa de los abuelos, pero los pedidos comenzaron a crecer y con ello la necesidad de profesionalizar más el proceso. Así se produjo el traslado fuera de la vivienda familiar y el despegue de Burmar apoyado en dos aspectos clave: su bajo precio (costaba un duro, cinco pesetas) y su promoción en anuncios de televisión y radio, una novedad para el periodo entre finales de los 70 y principios de los 80.
En esos años se produjo el ascenso metórico de esta empresa familiar, que se consolidó con la compra de la competidora FlaggGolosina y la patente del Flax. Gracias a esta base, la empresa comenzó a ampliar y diversificar su oferta con la entrada de la venta de golosinas de goma, que se incluyeron junto a los Flax en el catálogo creciente de la firma.
Las cantimploras Zumrok, el otro gran 'hit' de Burmar
Tal y como explica Burmar en su página web, en la década de los 90 se produjo un hecho clave para la empresa: la comercialización del que probablemente sea su segundo producto estrella, las cantimploras Zumrok, unos pequeños botes de plástico con golosina líquida similar a la del Flax pero sin congelar, que incluían un 'rasca' en su pegatina (¿Cuántos niños no han leído ese '¡Otra vez será!'?). Otra golosina que llegó para quedarse en las tiendas de dulces de toda España.
El fallecimiento de Evaristo Burgueño en 2014 aceleró lo que iba a ser un paso natural: que la segunda generación tomase el relevo. Sus cuatro hijos asumieron diferentes funciones en la empresa y siguieron con el trabajo que había iniciado su padre, perfeccionando el perfil comercial de la empresa y dando un nuego giro a la producción con la entrada de productos que se adaptan a las nuevas necesidades de los consumidores: es así como han surgido golosinas halal, kosher, veganas, sin azúcar y calorías, sin gluten o sin lactosa.
Fueron los hijos del fundador los que tuvieron que lidiar con el impacto económico que supuso el parón de la actividad económica en plena pandemia de coronavirus, un 'impasse' que aprovecharon para rediseñar su imagen de marca y su canales online, siempre dentro de la cuádruple línea marcada que anuncia la propia empresa en su web: "internacionalización, servicio, calidad e innovación".
Los números están a la vista. Tal y como difundió la propia compañía hace meses en su perfil de LinkedIN, ha alcanzado una facturación de seis millones de euros, de la cual un 30% ya corresponde al mercado extranjero, donde ya se vende a más de 30 países.
La producción de Burmar da trabajo a 50 personas que sacan adelante una producción diaria de 200.000 flaxes y golosinas de hasta 150 formatos diferentes. Un crecimiento que, no obstante, no implicará ninguna salida de esa Talarrubias en la que comenzó todo: los hijos de Evaristo Burgueño quieren seguir con la estela de su padre...en el mismo sitio en el que la inició su padre.