Renta variable
La mano de Dios para Repsol en YPF
Por aquello de que tengas juicios y los ganes o que más vale un mal acuerdo que un buen pleito, Repsol ha acabado firmando el Convenio de Solución Amigable de Avenimiento de Expropiación de YPF. Así se llama el mal trago por el que la petrolera española se embolsa bonos argentinos por valor de 5.000 millones de dólares, que si retuviera hasta su vencimiento, dentro de dos décadas, casi duplicaría la cantidad inicialmente pactada por los intereses cobrados.
La intención de Repsol es convertir en euros reales la cantidad pactada, sin prisa pero sin pausa, porque tras el acuerdo la compañía española se va a convertir en el mayor tenedor de la muy solvente deuda argentina, que en los mercados financieros es tan apreciada que asegurar su impago cuesta 200.000 dólares por cada millón invertido (si es que alguien lo compra, porque sólo hay mercado secundario). La inseguridad sobre la deuda argentina es tanta que el deseo de Repsol es meter en la buchaca los 5.000 millones cuanto antes y olvidarse de una historia de la que si se hace un simple saldo, el resultado es claramente ruinoso. En enero de 1999, Repsol, presidida por Alfonso Cortina, anunciaba la que era la mayor inversión de una compañía española fuera de nuestras fronteras. La que por entonces era una petrolera de segunda división mundial con poca exploración y mucho más refino y marketing (gasolineras) se metía de lleno en la primera división del sector con la adquisición de YPF, pagando unos dos billones de las antiguas pesetas, casi 15.000 millones de dólares. Los números de la operación se escriben con un gran bolígrafo rojo, se recupere lo que se recupere o se piense en lo que ha podido repatriar Repsol de Argentina en tres lustros.
Para los argentinos los casi 10.000 millones que acabará enterrando Repsol en el país serán como aquel primer gol de Diego Armando Maradona frente a Inglaterra en los cuartos de final del mundial de México, el de la mano de Dios. Mucho más celebrado que el segundo, el que ha pasado como el mejor de la historia de los Mundiales, y el mejor narrado por Víctor Hugo Morales, que concluyó diciendo: "¡Es para llorar, perdóneme! Maradona, en una corrida memorable, en la jugada de todos los tiempos... ¿barrilete cósmico, de qué planeta viniste para dejar en el camino tanto inglés?, para que el país sea un puño apretado, gritando por Argentina... Argentina dos; Inglaterra cero. ¡Diegol, Diegol, Diego Armando Maradona! Gracias Dios, por el fútbol, por Maradona."
Pero el gol más celebrado por los argentinos, el que permitía borrar el pasado, el fantasma de las Malvinas, fue el primero que encajó Peter Shilton. En el que en la propia narración del comentarista ya reconocía que "lo hizo con la mano, pero también con el alma". Un fallo arbitral, una acción reprochable, que permitió que no se hablase más de la Guerra de Las Malvinas. Como una decisión también injusta fue expropiar a Repsol de YPF, pero que termina con un encallamiento de la española en Argentina, en la que se llegó al esperpento de que la primera propuesta de solución se presentó en un papel que los directivos de la compañía española ni siquiera podían quedarse.
Para muchos argentinos la expropiación por parte del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner de YPF no es injusta, porque bajo el paraguas populista del peronismo corregía el regalo que el Gobierno de Menem le había hecho a Repsol. Alcanzar un acuerdo enmienda el pasado, pero profundiza en la herida de por qué uno de los países más ricos del mundo está permanentemente condenado al fracaso.
Jorge Valdano explica que el éxito de aquella selección que ganó el Mundial del 86 fue la negación de algo que Argentina siempre enseña al mundo: "En Europa se decía que si tienes un argentino, tienes un gran equipo. Si tienes dos, tienes medio equipo. Si tienes tres argentinos ya no hay equipo".
Para Repsol el fracaso de YPF tiene una lectura positiva. La compañía, que hasta la fecha contaba sus grandes éxitos internacionales con la compra de estaciones de servicio y reservas en el Norte de África, es hoy una petrolera de verdad, de las que se dedica no sólo al refino y al marketing, sino también a la extracción y exploración, que casi ha multiplicado por tres su beneficio neto desde entonces.