Un acuerdo para el relevo de Linde que refleja el miedo a Ciudadanos
José Luis Bajo Benayas
La política te da sorpresas. Los amigos de hoy pueden ser enemigos mañana, y viceversa. ¿Quién se hubiera imaginado hace solo unos meses que Rajoy y Sánchez, que no podían ni verse, se iban a hacer arrumacos para pactar el relevo de Luis María Linde al frente del Banco de España? En semanas tendremos la prueba, lo más seguro que con elección de gobernador de manos del PP y de subgobernador a propuesta del PSOE. Y con candidatos, ambos, tolerados por el otro 'gran' partido.
¿Y a qué debemos el 'honor', los españoles, de semejante sentido de Estado? Pues pinta que a las encuestas, que últimamente dibujan un futuro gris para los dos partidos que han gobernado el país desde hace casi treinta años y sitúan en los altares a Ciudadanos.
La formación que capitanea Albert Rivera es orillada de las conversaciones sobre el supervisor igual que lo fue, por cierto, en las que marcaron el pacto definitivo para la aplicación del artículo 155 de la Constitución en Cataluña. Porque los naranjas, no nos engañemos, pintaron bastante poco en la estrategia pese a que después arrasaron al resto de partidos constitucionalistas en las autonómicas de diciembre.
El auge de este partido es motivo de gran preocupación en los despachos de Génova y Ferraz, por mucho que en las comparecencias públicas, los grandes líderes bipartidistas traten con desdén y superioridad a los recién llegados. Los de Rajoy temen, y tienen motivos para ello tras lo acontecido con Arrimadas en Cataluña, que medio electorado se les vaya a un partido nuevo, fresco y sin escándalos. Y quienes rodean a Sánchez, más preocupados hasta hace poco de su orilla izquierda, saben bien que muchos de sus votantes están hartos de coqueteos con nacionalistas e inconcreciones constantes en política territorial.
El mejor para el cargo
Lo único que cabe esperar de las negociaciones entre el Gobierno y el PSOE para los cargos de gobernador y subgobernador es que, al menos, elijan al mejor o a la mejor posible, y por méritos. Es lo mínimo que se puede pedir a dos partidos que se han mostrado incapaces de prescindir del 'dedazo' en nombramientos de todo tipo de puestos, incluso en los más sensibles, como puedan ser los de entidades dedicadas a la supervisión. Tampoco han hecho nada por mejorar la imagen de una institución desprestigiada por una mala gestión de la crisis de las cajas -conviene recordar en este punto el rescate o "crédito europeo en condiciones ventajosas"- y con graves problemas internos entre la cúpula y los inspectores.
Podrían fijarse el PP y el PSOE en Reino Unido, que eligió a un canadiense para gobernar su banco central únicamente porque era el mejor. Mark Carney goza hoy de un reconocido prestigio. O en Irlanda, que situó a un profesor universitario de gran trayectoria docente y sin filiación política conocida, Philip Lane, que llegó a poner en jaque la candidatura de Luis de Guindos al Banco Central Europeo (BCE) este mismo año.
Son gobernadores que han logrado devolver el buen nombre a su institución y dan lustre a su nombre en la esfera internacional. Ganarse un prestigio que los dos últimos responsables no han sabido o podido granjearse. Mejor ni hablar de las recientes imágenes de Fernández Ordoñez desfilando por el Congreso para echar balones fuera respecto a la más grave crisis financiera que ha conocido España en las últimas décadas.
Quien suceda a Linde será también rostro visible del sector financiero nacional en Frankurt, donde se cocinan las grandes decisiones bancarias bajo mandato de Draghi y sello de Weidmann. Grandes decisiones, por cierto, en las que España ni está ni se la espera desde 2009, el año de la Gran Recesión, cuando todos 'descubrimos' que el sistema era menos sólido de lo que decía Zapatero.