Política
Mariano Rajoy y su proverbial lenguaje encriptado
- Abre incógnitas de difícil resolución, pero confía en el paso del tiempo
- Hay que negociar algunas propuestas de C's para su aprobación
Víctor Arribas
Todos esperaban que el Comité Ejecutivo Nacional del PP anunciara ayer la aceptación de las condiciones de Ciudadanos para conseguir su apoyo en la investidura del candidato Mariano Rajoy. Era lo aconsejable para que el giro que este bloqueo político ha experimentado en este mes de agosto se plasmara en una posibilidad real de iniciar la legislatura.
Es además un paquete de propuestas apreciables y asumibles por cualquier partido político que defienda las instituciones y la limpieza de la gestión pública. Y resultan tan generales en su formulación, que para hacerlas realidad es necesario hablar, hablar y hablar, desde su aceptación y reconocimiento.
Pero tras la comparecencia del presidente han surgido dudas sobre la posición del PP ante ese pacto anticorrupción. No se discutió en la reunión de los populares sobre esas seis medidas, pero todos sabían que las seis estarán sobre la mesa del diálogo con los de Rivera. No es fácil entender su frase: "Podemos aceptar muchas cosas, o no".
Forma parte de un estilo de afrontar las declaraciones públicas del que tuvimos el más reciente ejemplo tras el encargo del Rey para que intentara formar Gobierno: "Si consigo los apoyos puede pasar una cosa; si no los consigo pueden pasar dos". Todo han sido especulaciones desde entonces. Como ahora. El lenguaje encriptado del candidato abre incógnitas de complicada resolución, que siempre suele resolver el aliado natural y favorito del dirigente gallego: el paso del tiempo.
Ni Rajoy ha ignorado la oferta de Rivera, ni ha realizado un desplante a Ciudadanos. Ha actuado como viene haciendo desde hace décadas en su gestión política. Sin servirle en bandeja la iniciativa a su potencial aliado político, del que siempre le separarán una generación y miles de detalles y de comportamientos.
Ignorando públicamente lo que en las reuniones a puerta cerrada y sin publicidad deberá discutirse hasta que el alba envíe a la cama a los negociadores de ambas partes. No ha aclarado en una rueda de prensa si acepta las condiciones, porque quiere sentarse a hablar de ellas, de sus matices y de las implicaciones que conllevan, que no son pocas.
Y ahí entramos en el lenguaje de Rivera y sus portavoces, también digno de análisis. Cuando afirman con contudencia que si el Partido Popular no acepta sus condiciones no entrarán a negociar nada, están confundiendo a la opinión pública, seguro que de forma involuntaria.
Porque un cambio en la ley electoral de nuestro país o la eliminación de la condición de aforados de los diputados no son cuestiones que Rajoy pueda aprobar, ni ahora estando en funciones ni por su dedo divino en solitario. Pensarlo así es concederle un poder que no tiene. Son cuestiones que no entran en vigor automáticamente, como parece entenderse de la posición del partido naranja.
Alguien, y ese alguien es el PP, debe explicarle a Ciudadanos que alguna de sus condiciones no sólo son negociables, sino que deben ser negociadas obligatoriamente para lograr el consenso suficiente para su aprobación. Son fundamentos orgánicos de nuestro sistema, no aprobados por capricho en su día sino para atender a las necesidades legislativas del momento.
Su reforma requiere un conjunto de voluntades que solo el PP no puede garantizar, aunque sí esté obligado a mostrar su disposición absoluta a promoverla. En ese gran pacto tan aconsejable no podrán estar solos estos dos partidos que ahora tantean una salida al conflicto.