Política

Nepotismo de libro

    Manuela Carmena. <i>Imagen: EFE</i>

    Víctor Arribas

    De entre todos los funcionarios de carrera con brillante currículum que integran las plantillas de la administración española, la alcaldesa de Madrid ha elegido al marido de su sobrina Ana.

    Tal vez haya hecho una selección extraoficial rigurosa con varios candidatos, sometiéndoles a una entrevista pormenorizada y exigente sobre su grado de conocimiento en las labores de Coordinador General de la Alcaldía (cargo creado por Manuela Carmena en la primera Junta de Gobierno celebrada a los pocos minutos de recibir el bastón de mando).

    Es posible que en ese examen no publicitado Luis Cueto haya sido el más brillante opositor de todos los presentados, dando sobradas muestras de su capacidad para manejar el día a día de un despacho con semejante peso institucional. Cabe también la posibilidad de que el resto de aspirantes, todos ellos incrustados por su formación y méritos en el Grupo A del cuerpo de funcionarios, no lograran pasar el filtro objetivo de tener delante como examinadora a la tía política del empleado finalmente elegido para el puesto, y que se marcharan aceptando la criba como modélica pese a su nula transparencia.

    Es posible, en suma, que todo lo que ha ocurrido sea escrupulosamente legal como dice Esperanza Aguirre renunciando sorprendentemente a hincar sus dientes políticos en este sabroso asunto, algo a lo que ella nos tiene acostumbrados hasta con cobayas de su propio partido. Pero siendo legal, no tiene un pase ético ni estético. Es, simple y llanamente, el nepotismo viejo y rancio que Ahora Madrid, Podemos, Ganemos, Guanyem, Sí se puede y demás formaciones o coaliciones populistas han venido denunciando con toda la razón durante los pocos meses que llevan en la vida pública. Nepotismo de libro que, ay, ahora tiene una justificación pero es inadmisible y corrupto si quien lo ampara es el adversario.

    Esta polémica me ha recordado la opinión que siempre he tenido sobre la figura, nunca bien conocida ni ponderada, del Jefe de Gabinete, que es la denominación real y tradicional del eufemismo aprobado con tantas prisas por la alcaldesa Carmena. Suponía que cuando llegaran al poder las nuevas formaciones salvadoras de la ciudadanía y de la pureza democrática eliminarían puestos como éste, teniendo como tiene un alcalde un grupo de secretarias y secretarios, ordenanzas y albaceas que más bien parece un ejército a su servicio. Pues no.

    La figura del Coordinador (ayuda de cámara, asistente personal) es tan necesaria para Carmena y Maestre como para Botella o Gallardón, crucial hasta el extremo de que nombran al sobrino de la alcaldesa para tan señalada responsabilidad. Su función seguirá siendo la de siempre.

    Filtrará las comunicaciones que llegan a la lideresa, seleccionará las visitas que recibe en la planta de madera noble en que está ubicado su despacho, contactará con los organizadores de los eventos incluidos en la agenda pública y privada, se presentará horas antes en los actos para supervisar los detalles con el fin de que la imagen de su jefa quede a salvo y su conformidad con esos detalles sea plena. Incluso orientará a la alcaldesa de cómo debe responder a los medios que hoy preguntarán sobre el segundo imputado de su equipo de gobierno. He visto muchas veces al Jefe de Gabinete de algún político o política pasear nervioso, con sudor en las manos, por el escenario de un acto público mientras revisaba hasta los tornillos del escenario.

    Una labor 'de mayordomo', dicho con la admiración y el respeto que se han ganado esos grandes profesionales del servicio personalizado, que uno imaginaba no sería necesaria para alguien que viene a instalar las costumbres y exigencias de la calle en las instituciones.