Política
Análisis | El gran fracaso del mesiánico Gallardón
Gallardón ha estado convencido desde siempre de su propia brillantez, que pocos ciertamente le han negado, y, lejos de trabajar en equipo en el Gobierno, ha tomado sus propias iniciativas, que Rajoy le ha permitido hasta un cierto punto. El resultado ha sido un gran fracaso personal, que le ha llevado inexorablemente a la dimisión, pero también ha perjudicado a su partido con unas reformas que lo han descentrado y le han creado numerosas enemistades. Gallardón, el cuarto ministro de Justicia que deja el cargo
La reforma de la ley del aborto perfilada por Gallardón, en concreto, representaba el vínculo del Partido Popular con el mundo ultraconservador del que Rajoy ha querido en todo momento alejarse -es conocida su incompatibilidad con Rouco Varela, por poner el ejemplo más plástico-, porque le apartaba del centro, que es donde se sitúa la clientela natural del PP.
Gallardón, con un mesianismo difícilmente compatible con su biografía, ha pretendido no sólo ignorar el consenso que hoy posee la ley de 2010 de Rodríguez Zapatero -la vigente Ley de Salud Sexual y Reproductiva y de Interrupción Voluntaria del Embarazo- sino también el avance que supuso la despenalización de ciertos supuestos de aborto en la ley de 1985. De haber cuajado su proyecto, España saldría del núcleo de países europeos que disfrutan de una ley de plazos en absoluto conflictiva y regresaría al oscurantista conjunto ultraperiférico que persigue a las mujeres que abortan con saña medieval.
Con la particularidad, además, de que es incierto que el Partido Popular propusiera tal cosa en su programa electoral de 2011. En él, se proponía tan sólo "una ley de protección de la maternidad con medidas de apoyo a las mujeres embarazadas [...]. Cambiaremos el modelo de la actual regulación para reforzar la protección del derecho a la vida, así como de las menores", y ni siquiera se aludía a la derogación de la ley vigente. Aunque con aquel redactado podía entenderse una voluntad de recortar la norma, nada sugería que hubiera que volver a la situación anterior a 1985. Máxime cuando Aznar, a pesar de que el PP de Manuel Fraga había criticado con dureza aquella ley, ni siquiera se planteó revisarla en sus ocho años de presidencia del Gobierno.
El hartazgo de Rajoy
No es, pues, extraño que Rajoy, harto, haya decidido meter en un cajón esta reforma, con el argumento de que no es razonable llevar adelante una ley que no durará "ni medio minuto" cuando haya un cambio de gobierno. Si este criterio se extendiera, la vida pública sería más racional y llevadera.
La herencia de Gallardón es sin embargo todavía más pesada. La insolidaria e impopular Ley de Tasas pesa como una losa sobre la ejecutoria del PP, y podría ser abatida por el Tribunal Constitucional si se confirmasen los rumores en tal sentido que provienen de la judicatura. En cualquier caso, todas las instituciones judiciales, incluidas las asociaciones conservadoras, han criticado con vehemencia una ley bien poco social que tiene los días contados: tampoco resistirá un cambio de gobierno.
El otro gran legado de Gallardón, las reformas de la Ley Orgánica del Poder Judicial, algunas todavía en proyecto, ha sido muy controvertido. La reforma del Consejo General del Poder Judicial, en concreto, no ha resuelto los problemas de esta institución y ha creado otros nuevos, lo que permite imaginar que los cambios serán también fungibles y durarán hasta la próxima legislatura.
La dimisión de Gallardón es de las llamadas "de libro" porque es ulterior a una explícita desautorización del presidente del Gobierno, después de que el ministro le lanzara un órdago al asegurar a los medios que el proyecto de ley se aprobaría antes de que concluyera el verano. Sin embargo, llega en mal momento, con Cataluña en llamas -Gallardón deja sin embargo redactados los recursos contra la ley catalana de Consultas y contra la convocatoria del referéndum del 9 de noviembre- y con Rajoy de viaje a China.