Política

Análisis | Hasta qué punto Maragall es la causa del desmoronamiento del PSC

    Pere Navarro ha presentado su dimisión. <i>Imagen: Archivo</i>


    Pere Navarro, aquel alcalde de Terrassa que fue llamado a dirigir el partido en un momento de verdadera emergencia (tras la marcha de Montilla), consiguió cristalizar una mayoría frente a la minoría catalanista y concertar una estrategia común, federal, con el PSOE, pero no logró la paz ?esa minoría ha segado constantemente la hierba bajo sus pies- ni ?y ésta es la clave- ha logrado remontar electoralmente.

    Navarro no es el culpable

    Con toda evidencia, la ruptura interna y el declive del PSC no han sido consecuencia de la gestión de Navarro sino, más bien, del abrupto proceso catalán. Como es conocido, el PSC tuvo desde su fundación en 1978, por convergencia entre diversas fuerzas de aquel signo, un alma obrerista y otra catalanista que coexistieron pacíficamente hasta que esta última, con Maragall al frente, se convirtió al más fervoroso nacionalismo.

    La formación del 'tripartito', coalición en la que Esquerra Republicana adquirió cada vez más eminencia, terminó de confirmar aquella deriva, que ya por entonces engendró la escisión de 'Ciutadans', impulsada por un grupo de intelectuales que no soportaron la exacerbación identitaria impuesta por Maragall. Y las dos almas han dejado de poder coexistir cuando se ha impuesto el proceso claramente independentista, que ha generado la gran división entre hemisferios excluyentes e irreconciliables.

    La quiebra moral y política del PSC, que podría traducirse en una ruptura material, en una escisión en dos mitades, no es más que el reflejo de lo ocurrido en la sociedad catalana, en la que la enemistad se ha adueñado del debate político. Ya no cabe la ambigüedad fecunda de la identidad múltiple y compartida, que ha sido arrasada por la polarización sin rumbo, que avanza hacia el despeñadero.

    Mala noticia para Ferraz

    La quiebra del PSC, partido hegemónico que fue, es una pésima noticia para el PSOE, que también se encuentra en horas bajas y en la encrucijada de su propia renovación. No sería extraño que el sector catalanista terminara adueñándose de las siglas catalanas, lo que supondría sin duda una escisión en el PSC.

    En cualquier caso, el PSOE no puede desentenderse de la situación ya que tiene el deber de proporcionar referente a un sector progresista del electorado catalán que no comulga en absoluto con el nacionalismo étnico ni con la independencia del Principado, y que quiere unirse a una causa de modernización y reforma que, llámese o no tercera vía, recupere la fecunda convivencia que ha permitido a España y a la Cataluña llegar a las actuales cotas de democracia y prosperidad.