Política
El Rey abdica para salvar a la Corona y la "estabilidad" del Estado
"No es una crisis de Gobierno". "Está relacionado con una alta institución del Estado, parece que con la Corona". "A nosotros también nos ha sorprendido la convocatoria. ¿La abdicación? Puede ser, pero aquí no sabemos nada". Estas son algunas de las frases que miembros del gabinete de Presidencia del Gobierno repetían a primera hora de la mañana de ayer a los informadores que intentaban encontrar respuesta al inesperado anuncio de una declaración institucional del presidente del Gobierno a las 10,30 horas de la mañana de un 2 de junio de 2014 que iba a convertirse en una fecha histórica. Todo a punto para que el Príncipe sea proclamado Rey.
Y eran las 10,32 horas, cuando Mariano Rajoy, con gesto solemne anuncia que "Su Majestad el Rey don Juan Carlos acaba de comunicarme su voluntad de renunciar al trono y abrir el proceso sucesorio. Los motivos que han llevado al Rey a tomar esta decisión es algo que su Majestad desea comunicar oficialmente a todos los españoles a lo largo de esta misma mañana".
"Quiero decirles que he encontrado al Rey convencido de que éste es el mejor momento para que pueda producirse con toda normalidad el cambio en la Jefatura del Estado y la transmisión de la Corona al Príncipe de Asturias", aseguraba el jefe del Gobierno.
Y así fue. Con una hora de retraso sobre el anuncio oficial, el Rey Juan Carlos se dirigía a la nación a a través de la televisión pública, igual que hiciera en aquella otra comparecencia histórica del 23-F. Y también como entonces con el rostro serio y preocupación en el semblante. Porque como recordamos quienes vivimos en la Cámara de Diputados la intentona golpista de Tejero, ese día de 1981 estaba en juego la estabilidad de la democracia y la Corona.
Y, paradójicamente, esa fue el motivo al que aludía ayer el Rey para explicar los motivos de su renuncia: la estabilidad. Tres veces repitió el Monarca la palabra y las tres en momentos claves de un discurso breve, pero lleno de signficado. Sólo seis minutos para resumir 39 años de reinado.
La primera para expresar su gratitud a los españoles por "el apoyo que me habéis dado para hacer de mi reinado, iniciado en plena juventud y en momentos de grandes incertidumbres y dificultados, un largo período de paz, libertad, estabilidad y progreso".
La segunda para remarcar que la Corona es la garantía de la estabilidad del sistema y del Estado, asegurando que "mi hijo Felipe, heredero de la Corona, encarna la estabilidad, que es seña de identidad de la institución monárquica".
Y la tercera, inmediatamente después, para refrendar esa garantía en la figura del Príncipe de Asturias explicando que "cuando el pasado de enero cumplí setenta y seis años consideré llegado el momento de preparar en unos meses el relevo para dejar paso a quien se encuentra en inmejorables condiciones de asegurar esas estabilidad".
Un Príncipe del que don Juan Carlos resaltó que tiene "la madurez, la preparación y el sentido de la responsabilidad necesarios para asumir con plenas garantías la Jefatura del Estado" y además "abrir una nueva etapa de esperanza en la que se combinen la experiencia adquirida y el impulso de una nueva generación".
Cambio generacional
Porque esa fue la segunda clave en el discurso del Rey, el cambio generacional. "Hoy merece la pena pasar a la primera línea una generación más joven, con nuevas energías, decidida a emprender con determinación las transformaciones y reformas que la coyuntura está demandando y afrontar con renovada intensidad y dedicación los desafíos", dijo don Juan Carlos.
Tampoco eludió las referencias a la "la larga y profunda crisis" que padece España y ha reconocido que "ha dejado serias cicatrices en el tejido social", pero que también deja "un futuro cargado de esperanza" y que ha permitido "hacer balance autocrítico" de los "errores" y las "limitaciones" de la sociedad.
Tras mostrarse convencido de que la crisis "ha reavivado la conciencia orgullosa" de lo que saben hacer los españoles y de lo que es España, "una gran nación" y ha "despertado un impulso de renovación, de superación, de corregir errores y abrir camino a un futuro decididamente mejor", insistió en que "en la forja de ese futuro, una nueva generación reclama con justa causa el papel protagonista, el mismo que correspondió en una coyuntura crucial de nuestra historia a la generación a la que yo pertenezco".
Momento que aprovechó para recordar que su única ambición "es y seguirá siendo siempre contribuir a lograr el bienestar y el progreso en libertad de todos los españoles", al tiempo que reiteraba que "quiero lo mejor para España, a la que he dedicado mi vida entera y a cuyo servicio he puesto todas mis capacidades, mi ilusión y mi trabajo".
Y, tampoco faltaron en este momento final de su reinado, los agradecimientos. A los españoles, como queda dicho, por su apoyo. A su padre, el conde de Barcelona para decir que ha sido fiel a su "anhelo político" de ser "Rey de todos los españoles" . Y a la Reina, doña Sofía, "cuya colaboración y generoso apoyo no me han faltado nunca".
Apoyo y colaboración que se mostró convencido "siempre tendrá" don Felipe de la Princesa Letizia.
El secreto mejor guardado
Los rumores sobre la abdicación de don Juan Carlos se habían sucedido con insistencia desde el accidente de la cacería de Bostwana, hace dos años y medio, y se intensificaron tras la imputación de la Infanta Cristina en el marco del caso del Instituto Nóos controlado por su esposo, Iñaki Urdangarín y su exsocio Diego Torres.
Sin embargo, la cierta recuperación de la imagen del Rey y de la Monarquía que reflejaban las últimas encuestas, los viajes de Estado a Oriente Medio liderando la negociación de importantes contratos para las empresas españolas y evidente mejoría en el estado de salud del Jefe del Estado habían apagado últimamente esos rumores.
Unos viajes y una recuperación física, a los que el propio Rey aludía ayer en su discurso cuando apuntaba que "guiado por el convencimiento de prestar el mejor servicio a los españoles y una vez recuperado tanto físicamente como en mi actividad institucional he decidido poner fin a mi reinado y abdicar la Corona de España".
Pero la decisión estaba tomada y se ha convertido en el secreto de Estado mejor guardado en los últimos años del reinado.
En círculos próximos al Palacio de la Zarzuela, aseguran que don Juan Carlos empezó a madurar su abdicación tras la Pascua Militar del pasado 6 de enero, y después de equivocarse en la lectura del discurso que llevaba preparado.
A raíz de ese incidente. se lo comunicó a su hijo, el Príncipe y entabló una ronda de conversaciones con el jefe de la Casa Real, Rafael Spottorno Díaz-Caro, con las personas que anteriormente habían desempeñado el cargo, y con algunos asesores y amigos íntimos.
Fue durante los viajes a Oriente Medio, la última Semana Santa, cuando lo que era una intención se convirtió en decisión firme. A partir de ese momento se lo comunicó al presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, y posteriormente al jefe de la oposición, Alfredo Pérez Rubalcaba, quienes mantuvieron el secreto hasta la fecha de hoy, en un ejemplo de fidelidad y buen hacer.
Un golpe desde Unedisa
La Monarquía sufrió el último golpe por parte de la columnista de El Mundo Pilar Urbano, con la presentación el pasado 3 de abril de su libro La gran desmemoria. Lo que Suárez olvidó y el Rey prefiere no recordar, editado además por José Manuel Lara en Planeta.
La periodista acusó a Don Juan Carlos de poner en marcha una operación de Estado en el verano de 1980 para sustituir a Adolfo Suárez por el general Alfonso Armada, que "desembocó" en el golpe de Estado del 23-F. "Empezó el 5 de julio de 1980 en la Zarzuela y que el Rey formó parte de ella hasta dos semanas antes de que el teniente coronel Antonio Tejero entrara al Congreso el 23 de febrero de 1981", aseguró Urbano durante la presentación del libro, y en una larga entrevista concedida al diario de Unedisa. La publicación obligó a Zarzuela a emitir un desmentido a través de un comunicado oficial. "Las conversaciones que se citan en el libro (en referencia a los supuestos enfrentamientos del expresidente Adolfo Suárez y del monarca que se relejan en el libro) son pura ficción imposible de creer", se aseguraba desde la Casa del Rey. Los colaboradores de Suárez también lo desmintieron.