Política

Análisis | El fracaso de Gallardón: Aguirre en plena forma; Botella, inhabilitada

    Aguirre y Botella en otros tiempos de una relación menos tensa. <i>Imagen: EFE</i>


    La operación de Gallardón de ceder el Ayuntamiento de Madrid a Ana Botella, con el objetivo de impedir a Aguirre que se adueñara también del Ayuntamiento madrileño y, desde el escenario capitalino, compitiera con él por la sucesión de Rajoy, tenía un punto flaco: la extrema debilidad intelectual y política de Ana Botella

    Cintura y retranca

    Ana Botella, una mujer sin formación ni experiencia, que podría quizá desempeñar aseadamente su papel si no se planteaban problemas de envergadura pero que naufragaría irremisiblemente si aparecía cualquier obstáculo que necesitase cintura política y retranca estratégica para ser sorteado.

    Para entender lo que ocurre, hay que decir, de entrada, que Esperanza Aguirre engañó al personal cuando manifestó entre lágrimas que se retiraba. Se retiraba de la presidencia de la Comunidad de Madrid pero no de la política ni siquiera de la presidencia del PP madrileño. Se apartaba de un rol que había de producirle mucho desgaste por la progresiva escasez pero no cejaba en su afán de mantener el poder real en su feudo madrileño? ni de seguir luchando en la carrera presidencial.

    La falsa retirada de Aguirre

    Tampoco hubiera tenido mucho sentido que ahora arrojase la toalla cuando todo el mundo sabe que la crisis abrasa y que Rajoy tiene fecha de caducidad. Pero lo cierto es que Aguirre no se iba, ni por enfermedad ni por alguna de las causas pintorescas que se mencionaron para explicar aquella espantada que cogió a todo el mundo por sorpresa.

    Pues bien: cuando Aguirre realizó su anuncio melodramático, Botella se apresuró a pedir un congreso extraordinario para elegir a su sucesor en el PP madrileño, con la clara intención de evitar que González, el epígono natural de Aguirre, se adueñara del cargo (González había sido, por delegación de Aguirre, la voz crítica contra Rajoy en el Congreso de Valencia). Aquello no debió gustarle a Aguirre, puesto que abandonó ya definitivamente cualquier tentación de marcharse y decidió plantar cara al súbito afán de protagonismo de Botella, que debió creerse por un segundo predestinada para el liderazgo.

    Y sucedió el drama del Madrid Arena, en que el Ayuntamiento apareció implicado de hoz y coz y Botella se estrelló estrepitosamente desde el primer día. La dimisión de Pedro Calvo no ha evitado que el vicealcalde Villanueva, predecesor de aquél al frente de la sociedad propietaria de las instalaciones municipales, se vea gravemente implicado en el asunto ya que mantenía sospechosas relaciones de confraternidad con el empresario Flores, responsable de la fiesta en que se produjo la tragedia y ya imputado por el juez en el caso. Y es patente que el Madrid Arena, que jamás hubiera conseguido licencia de funcionamiento si hubiese sido privado, no debió haberse utilizado para una reunión tan multitudinaria de juventud. Muy probablemente, Botella no será capaz de superar esta prueba, que, haya de dimitir o no, la inhabilitará para aspirar a un segundo mandato.

    El asalto de Aguirre

    Aguirre, en cambio, parece en plena forma, con su prestigio y su clientela intactos y dispuesta a dar el salto a la alcaldía madrileña. No para de repetir, con su habitual desparpajo que tanto gusta a sus fans, que ésta es la vocación de su vida. Y, en realidad, lo único que podría impedir ese viaje a la presidencia de la municipalidad madrileña sería la mano de Rajoy, quien, pese a estar probablemente harto de estos rifirrafes de villa y corte, es incapaz de dar un puñetazo sobre la mesa. Es lo que tiene la flojedad de carácter: que uno se expone a que le muevan la silla, pese a creer estar sólidamente sentado en ella.