Política
El análisis: El tercer hombre impasible en la tarde negra del 'tejeretazo'
Fue el 23 de febrero del año pasado la última vez que pude saludar a Santiago Carrillo. El entonces presidente del Congreso, José Bono, nos había reunido a todos los que estábamos en la Cámara de Diputados 30 años antes, cuando el vergonzoso intento de golpe de Tejero.
Estábamos allí, otra vez, diputados, periodistas y personal de la que hoy sigue siendo la casa de todos, el templo de la democracia, gracias entre otros a hombres como don Santiago. Tenía 96 años, estaba perfectamente lúcido, y no sólo me reconoció -yo entonces era un joven periodista que empezaba en este oficio de contar la pequeña historia del día a día- sino que me hizo dos breves y certeros comentarios sobre el sentido del acto que estábamos viviendo.
Y es allí, en el Congreso, donde yo quiero recordar a don Santiago, como brillante parlamentario, excelente conversador, con sentido del humor, dialogante y respetuoso con sus oponentes. Sus largas conversaciones y cafés con Manuel Fraga son otro de mis recuerdos de aquellos plenos de los años primeros d e la naciente democracia.
Desafiando a Tejero
Pero sobre todo, quiero recordarle hoy en su escaño, impasible y desafiando las balas de Tejero. Sólo tres hombres permanecieron sentados frente a los golpistas. Adolfo Suárez, Manuel Gutiérrez Mellado y Santiago Carrillo. Un gesto simbólico, ejemplar. Quizás porque los tres tenían asumido que eran objetivo de los asaltantes, pero acorde con la dignidad del pueblo al que los tres representaban.
Cierto es que la biografía de este personaje clave para el éxito de aquella Transición siempre estará manchada por el dramático episodio de la matanza de Paracuellos. Aunque también lo es que el defendió siempre su inocencia. "Hubo una guerra... Mi única responsabilidad fue no ser capaz de controlar las iras de personas" confesó.
Sea como fuere, yo quiero conservar en mi memoria ese gesto de la tarde negra del 'tejeretazo', su papel decisivo en la legalización del partido comunista y en el éxito de la aventura democrática de Adolfo Suárez, y como padre del eurocomunismo. Santiago Carrillo, don Santiago, ya es historia.