Política
Los radicales amenazan con una noche de abucheos al Príncipe
Conviene señalar que la sociedad de este país tiene hoy graves motivos para la irritación y hasta para el pataleo. Sin embargo, una indudable mayoría estamos convencidos al mismo tiempo de que la madura ciudadanía española distingue entre un mitin y un partido de fútbol. Ayer, Aguirre pidió la suspensión del encuentro.
El nacionalismo radical de Cataluña y del País Vasco, con sus ingredientes étnicos que a muchos nos parecen descalificatorios, ha llamado a los asistentes al partido de fútbol de mañana, final de la Copa del Rey entre el Barcelona y el Athletic, que se celebrará en el Vicente Calderón de Madrid, a abuchear el himno nacional y al representante de la Jefatura del Estado que acuda al acto, previsiblemente el Príncipe Felipe.
El ejemplo Sarkozy
Ante esta provocación, secundada por radicales de distintos pelajes y que cuenta con la condescendencia del nacionalismo sedicentemente templado, algún político ha salido impetuosamente a condenarla con dureza, y ha llegado a exigir que si se produce la anunciada algarabía, se suspenda el partido y se celebre después a puerta cerrada. En aval de esta descabellada idea, se esgrime una rabieta del impulsivo Sarkozy, quien reaccionó de forma parecida una vez en Marsella cuando fueron abroncados por el público de un encuentro de fútbol él mismo y La Marsellesa, el himno nacional francés.
La democracia se fundamenta en la confianza en la naturaleza humana y en el comportamiento civilizado de los ciudadanos, moldeados por el sistema educativo (aunque si por algunos políticos fuera, éste moldearía bien poco). Por consiguiente, está fuera de lugar que políticos y periódicos ?hoy un periódico dedica grandes titulares al asunto- presuman de antemano el comportamiento incívico de una muchedumbre formada mayoritariamente por catalanes y vascos, es decir, por españoles de dos de las comunidades más adelantadas del Estado en todos los sentidos. Ahora bien: si se excita en demasía a la concurrencia con amenazas y descalificaciones sistemáticas como las que suscitan este comentario, lo más probable será que finalmente el abucheo se produzca, más por la vehemencia arbitraria y hasta autoritaria de quienes lo temen y lanzan sus anatemas inflamadas que por el impulso natural de quienes lo emiten.
Motivos para la irritación
Conviene señalar que la sociedad de este país tiene hoy graves motivos para la irritación y hasta para el pataleo. Muchos pensamos que la clase política y determinados estamentos del Estado no están a la altura de los requerimientos de la crisis. Sin embargo, una indudable mayoría estamos convencidos al mismo tiempo de que la madura ciudadanía española distingue entre un mitin y un partido de fútbol, una manifestación y un acto festivo, por lo que, si hubiera pitos y palmas, como siempre, en el estadio, habría que atribuirlo a la tensión nerviosa de la final de copa y a la adrenalina de los aficionados, y no a algún designio secreto y profundo que haya que sentar en el diván del psiquiatra.
Con toda seguridad, además, el Príncipe sabrá lidiar el toro del Vicente Calderón con la afabilidad que desarma tensiones y con la sonrisa inteligente que desactiva los contenciosos y los convierte en sobreentendidos. El patriotismo es eso, a fin de cuentas: capacidad de convivir y ánimo de agradar, y no la cólera con que algunos se envuelven en las banderas rojigualdas.