Política

El miedo impera noche y día en la frontera entre Gaza e Israel



    Los tiroteos son algo cotidiano en la frontera entre Gaza e Israel y hasta una madre de familia, como la viuda Sabah Abu Chaar, termina acostumbrándose, pero el martes pasado una bala perdida mató a su hijo Tamer, de 10 años, durante una incursión israelí.

    La casa familiar, al este de la ciudad de Deir el-Balah, está hecha de miserables latas oxidadas en medio de un solar, frente a la posición militar israelí de Kissufim.

    Los tiros comenzaron en las primeras horas de la tarde. "Abrí la puerta y vi que estaban disparando por todas partes", cuenta Sabah Abu Chaar, de 41 años, madre de siete niñas y niños, desgarrada por el dolor.

    Tamer aprovechó un descuido de su madre para salir de la casa.

    "Cuando llegué ante la puerta lo encontré tirado en medio de un charco de sangre, como un carnero degollado", cuenta. La bala le destrozó la cabeza.

    La madre y los testigos palestinos son categóricos: el niño recibió una bala disparada por soldados israelíes. El ejército del Estado hebreo afirma haber disparado únicamente "contra hombres armados".

    "Según nuestras informaciones no hemos herido a ningún niño", declaró una portavoz militar este viernes.

    Este drama ilustra el miedo que se cierne sobre los habitantes de las localidades de la Franja de Gaza fronterizas con Israel, una zona en la que el ejército israelí lanza frecuentes operaciones, disparando sobre todo aquel que se acerque a la "valla de seguridad".

    Según el Centro Palestino de Derechos Humanos (CPDDHH), 243 civiles han muerto en esas zonas desde el comienzo de la intifada, en septiembre de 2000.

    "Vivimos una situación dramática. Tan pronto cae la noche esta zona se transforma en un pueblo fantasma, nadie se atreve a salir ya que los soldados israelíes disparan sobre todo lo que se mueve", afirma Mohammed Abu Chaar, tío de Tamer.

    "Hace diez días una unidad israelí llegó a las tres de la mañana y reunió a todos los hombres para servirse de ellos como un escudo humano" frente a los activistas palestinos, asegura Abu Chaar.

    Para Mohammed Abdelrazek, otro habitante de 37 años, "salir de noche significa morir. Vivimos en un miedo permanente".

    Según Ibtissam Zaqout, del CPDDHH, el riesgo de recibir un disparo israelí es tan grande "que restringe considerablemente los movimientos de los habitantes y les impone de hecho un toque de queda".

    "Además las terras cultivables han sido arrasadas, casas enteras destruidas y muchas familias se han visto obligadas a partir para escapar a las incursiones", añade.

    "Los habitantes de las regiones fronterizas son testigos de violencias que provocan en ellos choques psicológicos que les causan insomnios, pesadillas, ansiedad, y sobre todo entre los niños comportamientos anormales", declaró por su parte la psicóloga Raghda Al-Masri, que trabaja para la ONG Médicos sin Fronteras.

    En el norte de la franja de Gaza, los habitantes se encuentran con frecuencia atrapados entre dos fuegos, el del ejército israelí y el de los activistas palestinos que disparan desde ese sector cohetes contra el sur de Israel, algunos de los cuales caen en territorio palestino.

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