Política
Aznar, ese oscuro objeto de deseo
Aznar ha regresado estrepitosamente a las primeras páginas de todos los periódicos de forma tangencial pero reveladora: que Aznar levanta pasiones en los dos sentidos posibles es cosa sabida; que Aznar escenifique su desprecio hacia sus adversarios genera curiosidad morbosa y la polémica está hoy en la calle.
Quienes creen que un hombre de Estado no puede permitirse estas expansiones compiten con quienes asegurarán que en la valentía de la sinceridad está el encanto del ex presidente.
Lo más cierto de esta irrupción de Aznar a los medios es la evidencia de que estamos en presencia de un personaje fuerte, capaz de cristalizar el núcleo duro de un partido político, aunque ello sea a costa -se vio en 2004- de perder la mayoría política del país. Aznar suscita gran atracción entre los suyos a la vez que genera grave rechazo entre sus oponentes.
La participación de España en Irak
El fantasma de la participación española en Irak, que no se ha olvidado, sigue moviéndose entre las candilejas del poder y de la actualidad española.
La sociedad de este país tomó sin embargo una decisión relevante hace tiempo: la de prescindir de líderes fuertes -González, Aznar-, que mantenían discursos demasiado inflamados y polémicos, y quedarse con líderes blandos -Zapatero, Rajoy-, más propensos a la conciliación y al diálogo que a la decisión radical o a la visceral toma de posición ante cualquier dilema. Probablemente sea éste un síntoma de madurez, ya que la política democrática es, en, condiciones normales, un proceso tedioso, aburrido. Felizmente aburrido.
La extemporánea y extravagante salida de tono de Aznar, tan comentada hoy, reafirma en fin la teoría del florero: los expresidentes son como los jarrones chinos, que nadie sabe dónde situar en el salón de la casa. Donde mejor están Aznar y González a juicio de Rajoy y Zapatero es, en efecto, sesteando en cualquier lugar remoto, lejos de los micrófonos y de las cámaras.
Y es que los líderes de hoy están, con razón, asombrados por la facilidad con que sus viejos mentores acaparan la atención de la ciudadanía y de la prensa, incluso cuando más empeñados están ellos en hacerse un hueco bajo el sol de la rabiosa actualidad de la crisis.