Política

La relatividad de las generales del 20D y una oportunidad para el posible tripartito: 'refundar' la democracia en España

    El Congreso de los Diputados. <i>Imagen: EFE.</i>

    Víctor Arribas

    Las elecciones han declarado la relatividad absoluta de cualquier planteamiento político que se haga en España. Por ejemplo, la afirmación de que el bipartidismo era un desastre alimentado por la voracidad de dos grandes formaciones que mantenían sometidos bajo su yugo al resto de partidos. Ni esto último ha ocurrido nunca, ni la supremacía electoral de PP y PSOE ha sido tan negativa para el país como se ha intentado hacer ver.

    De momento, su relativa pérdida de influencia en las urnas ha supuesto un galimatías de difícil resolución que podría desembocar en la repetición de las elecciones. El crecimiento de partidos de tamaño mediano y recién llegados al panorama político nos proporciona por ahora una gran inestabilidad institucional y un bloqueo que asusta a inversores y mercados.

    En la actual crisis hay una enorme oportunidad de progreso y de perfeccionamiento de nuestro sistema. Estarían muy ciegos Rajoy, Sánchez y Rivera si no lo ven. Cometerían una deslealtad hacia su país si eluden esa posibilidad de 'refundar' nuestra democracia. Deberían darse cuenta de la grandiosa opción que esta situación de colapso les proporciona: alcanzar un pacto de Estado para las reformas necesarias en educación, sanidad, pensiones, natalidad, inmigración, sucesión a la Corona y cuestión territorial, llevar al Congreso la modificación constitucional oportuna para esos cambios, disolver las Cortes y convocar el Referéndum nacional sobre una nueva Constitución.

    Una legislatura corta podría propiciar este escenario al que deberían sumarse el resto de formaciones políticas, aunque conociendo sus propuestas y sus trayectorias resulta complicado vaticinarlo.

    Los tres partidos que engrosarían esta reedición de los Pactos de la Moncloa suman 253 diputados y mas de 16 millones de votos. Representan la transversalidad moderada, la defensa de la unidad de España y pueden coincidir en una serie de reformas que supongan una especie de nueva legislatura constituyente. Este panorama no se nos ha puesto delante para lamentarnos ni para llorar sobre la leche derramada, sino para actuar y ser claros en el mensaje regenerador a los ciudadanos.

    Si este acuerdo fraguara y saliera adelante, a los españoles les daría igual quien fuera el presidente. El primer eslabón de este entendimiento por el interés general sería la designación de un socialista como Patxi López para presidir el Congreso en la que sería una legislatura con tintes constituyentes. En este período debería primar la altura de miras en política, la visión de Estado para afrontar los grandes problemas del país. Y la voluntad de no utilizar políticamente todo lo utilizable para atacar al adversario.