Política

El PP se atasca con el relato y Rajoy se lía con la realidad

    Rajoy con algunos de sus ministros. <i>Imagen: EFE</i>

    Antonio Papell

    Desde que comenzara la legislatura, Mariano Rajoy no ha hecho más que perder enteros en las encuestas. Nunca un presidente del Gobierno había dejado en una situación tan ruinosa las expectativas de su partido en una primera legislatura. Las andaluzas han supuesto un batacazo a sus estrategias cuestionadas fuera y dentro del partido. La comunicación del PP ha sido errática. Pero no desde ahora. Prácticamente siempre. Este fallo es histórico. El problema, es que no es el único fallo. El PP pagará un alto precio por Albert, 'Perdona bonita' o 'Naranjito'

    En las europeas, el PP obtuvo un pésimo resultado (un 26,09% de los votos), disimulado por el hecho de que quedó en primer lugar, y la formación gubernamental no se dio por aludida.

    En Andalucía, el desastre ha sido semejante, ya que ha perdido 17 escaños en poco más de tres años, y ello después del alumbramiento de los graves escándalos andaluces -el de los EREs y el de la formación- imputables a los gobiernos socialistas. Y tan sólo a posteriori de este segundo tropezón parece haber surgido en el seno del PP la crítica interna que cuestiona el camino emprendido, realizada por los cargos institucionales de las autonomías y los municipios, que ven que por ese camino pueden quedarse sin trabajo después del 24 de mayo.

    De entrada, se ha cuestionado la política de comunicación mantenida por el partido, y el portavoz habitual, Carlos Floriano, ha sido sustituido por Pablo Casado.

    Cuando los árboles no dejan ver el bosque

    Cuando un partido baja en su cotización electoral, pueden haber ocurrido dos cosas: o que no haya hecho bastantes méritos ante el electorado o que no haya sabido explicar sus virtudes a los electores. La experiencia demuestra que casi siempre la causa es la primera, aunque nuestros partidos políticos tienen la tendencia constante de atribuir sus desventuras a la segunda.

    En este caso, la realidad constatada por el CIS es bastante ilustrativa: la nota que ha merecido Rajoy a lo largo de la legislatura empezó siendo del 4,79 en noviembre de 2011 -en el momento de las elecciones- y ha ido descendiendo gradual e ininterrumpidamente hasta el 2,24 actual. En ese período, el PP ha incumplido la mayoría de las promesas electorales -antes del 20N de 2011 no se reconoció que había realizar un colosal ajuste- y ha llevado a cabo un conjunto de dolorosas reformas estructurales, que han generado más desempleo en la primera mitad de la legislatura y una devaluación salarial brutal.

    Asimismo, en ese periodo han ido evolucionando los procesos judiciales por corrupción, se han descubierto nuevos casos, han entrado en prisión diversos políticos populares -Matas, Fabra, Granados, etc.-, el caso Bárcenas ha golpeado al corazón de Génova, etc.

    Mariano Rajoy y su equipo -y también su asesor áulico Arriola- han creído que el cambio de signo de la coyuntura económica, el hecho de haber pasado desde la recesión al crecimiento, sería como el bálsamo de Fierabrás y el PP remontaría su cotización precipitadamente. Pero sucede que los efectos benéficos del cambio de ciclo se perciben muy lentamente, y no siempre son atribuidos al gobierno sino al ímpetu con que toda Europa remonta el bache. Y de momento, no está cambiando la imagen deteriorada del gobierno.

    Así las cosas, está muy bien que el gran partido de centro derecha revise la comunicación, mejore las técnicas para hacerse entender por la audiencia, elija con rigor a los portavoces, pero como ha dicho la expresidenta del CIS Belén Barreiro, la única socióloga que advirtió el surgimiento de Podemos antes de que se produjera, "la duda es cuánto hay de error en el mensaje y cuánto en las políticas".

    No se puede tener relato -a menos que se invente- si no se tiene ejecutoria digna de ser relatada. Y en este caso, el reconocimiento de que la crisis ha concluido no parece bastante para embelesar a una ciudadanía muy quemada por las mentiras, por la corrupción, por la impericia y el anquilosamiento de un sistema que no ha reaccionado con el énfasis necesario después de los sucesivos toques de aviso que ha dado la sociedad civil.