Opinión

La tormenta perfecta de la movilidad en Madrid está a punto de llegar

    Vehículos circulando por la A-5 de Madrid en el tramo a soterrar. / Europa Press

    Víctor de Elena
    Madrid,

    El soterramiento de la A-5, promovido por el Ayuntamiento de Madrid supone un desafío de movilidad que la administración local, de la mano de la Comunidad de Madrid y el Consorcio Regional de Transportes pretenden resolver con parches. Con solo dos trenes adicionales en la línea 10 del Metro y confiando en que esa línea y la C-5 de Cercanías sean capaces de asumir el tráfico que hoy va en superficie. Ambas, en cambio, están permanentemente saturadas, por lo que el refuerzo del transporte público se antoja claramente insuficiente. Para entender esta política minimalista hay que trasladarse a las demoras de los gobernantes, todos del mismo color político, por retrasar la compra de nuevos trenes para el Metro, un suburbano que ya no logra abordar la creciente demanda de desplazamientos.

    Al mismo tiempo, tanto Ayuntamiento como Comunidad, ambas controladas por el PP, empiezan a culpabilizar al Ministerio de Transportes por no liberalizar los peajes de la Radial 5, pese a que la obra es de competencia exclusiva del Ayuntamiento, que cubre la mayor parte de su coste. El equipo de Óscar Puente, que también tenía que ejecutar una obra mastodóntica para alargar los andenes de la C-5, ha optado por retrasarla para no incrementar el caos, pese a que cada día mueve 2,5 veces más gente que la autopista a soterrar. Cuestión de prioridades.

    El plan de movilidad diseñado por las mentes pensantes 'populares' no considera oportuno instalar un carril bus exclusivo en el tramo Cuatro Vientos-Príncipe Pío, una solución que facilitaría el traslado de los autobuses interurbanos que conectan el suroeste con la capital. A cambio, todos los pasajeros quedarán varados Cuatro Vientos, obligándolos a cambiar al metro o Cercanías, medios que no podrán absorber esa demanda adicional, lo que evidencia la falta de previsión para quienes dependen del transporte público.

    A este panorama se suma el cierre de accesos clave al centro de la ciudad desde el sur debido a las obras de la línea 11 de Metro, que afectan áreas como Atocha, Delicias, Legazpi o Conde de Casal, estos últimos ya colapsados y sin que sus intercambiadores proyectados tengan aún fecha de ejecución. Esta falta de anticipación se suma a la ineficiencia en la gestión de la movilidad, al tiempo que los gobernantes madrileños siguen priorizando infraestructuras de menor relevancia como el intercambiador de Valdebebas.

    Una vez más, el modelo de movilidad madrileño vuelve a beneficiar a los automovilistas frente a quienes eligen el transporte público, que ahorran espacio y emisiones. Todo ello conduce a los madrileños a una tormenta perfecta de problemas en sus desplazamientos, resultado de la inacción de sus dirigentes.